Prueba de anticuerpos COVID-19

Anticuerpos totales (IgG, IgA, IgM) y Anticuerpos IgG para Coronavirus 2019 (SARS-CoV2) “cuantificados”

En Grupo ARH Laboratorios estamos comprometidos ayudándole a manejar esta pandemia con resultados en los que puede confiar.

Por qué importa la precisión

Una prueba de anticuerpos contra COVID-19 debe ser precisa para que los anticuerpos contra otros virus como el resfriado común no se puedan confundir con anticuerpos contra COVID-19. Esto asegura que no haya “falsos positivos” – que la prueba no se volverá reactiva a ningún otro anticuerpo. Esto se garantiza al tener una especificidad del 100%.

La capacidad de evaluar con mayor precisión a los que tienen anticuerpos ayuda a informar las decisiones de salud pública. Permite una vigilancia precisa de la prevalencia de la enfermedad en una población.

Las pruebas de anticuerpos pueden ayudar a los investigadores a comprender cuánto tiempo permanecen en el cuerpo los anticuerpos contra el SARS-CoV-2 y determinar la relación entre la respuesta inmune y la inmunidad al virus.

Las pruebas de anticuerpos COVID-19 en Grupo ARH Laboratorios, brindan confianza en los resultados a través del diseño del ensayo y la tecnología VITROS®.

*Apuntando a la proteína S1

Los coronavirus comparten similitudes estructurales y están formados por 4 proteínas clave. Al capturar el antígeno S1, la más singular de estas 4 proteínas, esta prueba minimiza el riesgo de falsos positivos o identifica a alguien con una respuesta inmune al virus cuando no la tiene.

Las pruebas de anticuerpos de Ortho se pueden utilizar en un entorno hospitalario como parte de la gestión de la atención al paciente. Las pruebas también se pueden utilizar en un entorno de atención ambulatoria para ayudar a determinar la prevalencia de la enfermedad en una población.

¿Qué es la Vitamina D?

La vitamina D es una prohormona altamente conocida por su importante función durante la regulación de los niveles de calcio y fósforo en el cuerpo, así como en la mineralización del hueso. Recientemente, se ha acumulado evidencia de que los receptores de la vitamina D están presentes en una amplia variedad de células y que esta hormona tiene efectos biológicos que se extienden más allá del control del metabolismo mineral.

Fuentes de vitamina D

Exposición a la luz del sol

  • Fuente principal de Vitamina D que proporciona el 80% de la dosis diaria de Vitamina D.
  • La producción de Vitamina D se ve afectada por los cambios estacionales, duración de la exposición, uso de protector solar y pigmentación de la piel.

Ingesta diaria en la dieta

  • Fuente menor de vitamina D, proporciona ≤ 100 IU/día.
  • La presencia de vitamina D en alimentos es rara, excepto en algunos pescado, huevo y otros productos derivados de la leche a los que se añade como suplemento.
  • La vitamina D puede suministrarse en multivitamínicos y complementos.
  • La adherencia del paciente con la terapia complementaria es deficiente.

Hasta el 30% de la población mundial tiene niveles subóptimos de vitamina D

Confíe en sus resultados

El ensayo ARCHITECT 25-OH Vitamina D es un inmunoensayo completamente automatizado dentro de las pruebas de laboratorio rutinarias IA/ CC. Con excelente precisión y reproducibilidad, usted puede confiar en los resultados del 25-OH Vitamina D suministrados por su laboratorio.

Excelente precisión

Resultados del estudio de precisión a 20 días

 

Midiendo la 25 (OH)D4
La evidencia sugiere que el estado de la vitamina D debe ser evaluada midiendo la 25 (OH)D y no la 1-25 (OH)D. Más de 30 ng/mL (75 nmol/L) se considera óptimo.

 

 

CAUSAS Y CONSECUENCIAS DE LA DEFICIENCIA DE VITAMINA D

Causas
Exposición limitada al sol
Protector solar
Melanina
Latitud
Invierno
Hospitalización

Medicamentos
Medicamentos anticonvulsivos
Glucocorticoides
Rifampicina
Tratamiento antirretroviral altamente activo

Condiciones metabólicas o enfermedad
Insuficiencia hepática
Insuficiencia renal
Síndrome neurótico
Obesidad

Malabsorción
Enfermedad de Crohn
Enfermedad de Whipple
Fibrosos quística
Enfermedad celiaca
Enfermedad hepática

LOS NIVELES SUBOPTIMOS SE HAN RELACIONADO CON:

Cerebro
Esquizofrenia
Depresión

Sistema inmune
Diabetes tipo 2
Esclerosis múltiple
Artritis reumatoide
Susceptibilidad a tuberculosis, influenza y otras enfermedades infecciosas

Pulmones
Asma
Sibilancias

Circulatorio
Presión sanguínea alta
Enfermedad cardiaca coronaria
Apoplejía

Músculos/huesos
Debilidad muscular, dolores musculares
Raquitismos
Osteoporosis
Osteomalacia
Caídas

Cancer
Posible asociación con una gran variedad de tipos de cancer, incluyendo colon, mama, próstata y ovario.

*Estudios de casos y controles, no permiten establecer causalidad, solo correlación.

¿Cómo interpretar los estudios del hierro?

Análisis de algunas situaciones en las que los estudios de ferritina y hierro podrían ser útiles y cómo evitar las trampas comunes de su interpretación.

Autor: Alison U Kelly, Stephen T McSorley, Prinesh Patel BMJ 2017;357:j2513

 

Presentación de un caso

Una mujer de 63 años visita a su médico con el antecedente de 3 meses de fatiga y dolores articulares generalizados. Su historial médico es poco significativo y no reporta ningún estrés, infección o pérdida de peso recientes. No hay anormalidades en el examen clínico. La hemoglobina, la creatinina y los electrolitos, enzimas hepáticas, glucemia, marcadores inflamatorios y pruebas de la función tiroidea son normales. Se solicitaron además, ferritina, hierro, transferrina y saturación de transferrina.

¿Cuáles son las investigaciones siguientes?

En este caso, el médico solicitó estudios de hierro para descartar la posibilidad de sobrecarga de hierro y detectar la hemocromatosis. Los estudios de hierro también se indican comúnmente en la práctica clínica para Investigar la deficiencia de hierro, o para controlar la respuesta al tratamiento como figura en el siguiente cuadro.

Indicaciones sugeridas para los estudios de hierro
Investigación de:

⇒ Sobrecarga de hierro (hemocromatosis).

  • En etapas tempranas puede ser asintomática o presentarse con síntomas vagos como fatiga, debilidad o artralgias generalizadas.
  • Las manifestaciones posteriores podrían ser la alteración de las enzimas hepáticas, cirrosis, disfunción eréctil, artritis o cardiomiopatía.
  • Sospecha de sobredosis de hierro/toxicidad.

⇒ Deficiencia de hierro

  • Investigar la etiología de la hemoglobina baja
  • Síntomas de anemia (letargo, disnea, palpitaciones, palidez, cefalea, glositis atrófica, queilosis angular. Sospecha de sangrado evidente u oculto en varones y en mujeres post menopáusicas (úlcera péptica)
  • Menorragia
  • Malabsorción de hierro─por ej., investigación de pérdida de peso no intencional o diarrea crónica, o secundaria a condiciones existentes como la enfermedad celíaca.
  • Anemia en el embarazo (aumento de la demanda de hierro).
  • Investigación por bajo crecimiento infantil
  • Distinción de las reservas bajas de hierro de la deficiencia funcional de hierro, por ej., en la enfermedad renal crónica,

⇒ Respuesta al tratamiento médico

  • Monitoreo de los pacientes que requieren transfusiones o venesecciones repetidas.
  • Seguimiento de la respuesta a los quelantes de hierro.
  • Evaluación de la respuesta a la terapia con hierro

El hierro es esencial para la captación del oxígeno y su liberación en los tejidos, la utilización del oxígeno por las células musculares y la producción de energía mitocondrial

Las pruebas convencionales de laboratorio sobre el estado del hierro suelen denominarse “estudios de hierro”. Estos incluyen pruebas de ferritina sérica, hierro, transferrina o capacidad total de fijación de hierro (TIBC) y, saturación de transferrina. El hierro es un componente clave de la hemoglobina en los glóbulos rojos, la mioglobina lo es en el músculo y en muchas metaloproteínas y enzimas. El hierro es esencial para la captación del oxígeno y su liberación en los tejidos, la utilización del oxígeno por las células musculares y la producción de energía mitocondrial. El cuerpo masculino adulto contiene 3-5 g de hierro. Menos del 0,1% de las reservas totales del hierro corporal circulan en el plasma. El Fe3+ de la dieta se reduce a Fe2+ y es transportado por el enterocito por el transportador de metales divalentes DMT1. El hierro es exportado a través de la membrana basolateral de la proteína ferroportina 1 exportadora de hierro o almacenado como ferritina. El hierro ligado a la transferrina se une al receptor 1 al de la transferrina (TFR1) y es tomado por la célula vía la endocitosis mediada por receptores. La expresión de TFR1 está regulada localmente por las demandas celulares de hierro, a través de la unión de las proteínas reguladoras del hierro. Los eritrocitos viejos o dañados son removidos de la circulación por los macrófagos esplénicos. El hierro se elimina del hem por la hemoxigenasa 1 y es almacenado como ferritina o liberado a la circulación. La regulación de la liberación del hierro a nivel sistémico está regulada por la hormona peptídica hepcidina (producida predominantemente por los hepatocitos) y tiene un efecto inhibidor sobre la liberación de hierro de las células y la absorción de hierro de la dieta. La expresión está controlada por vías de señalización complejas.

¿Qué se incluye en los estudios de hierro?

  • Ferritina─es la forma de almacenamiento intracelular del hierro. Una cantidad muy pequeña se encuentra en el suero. En la inflamación, la enfermedad hepática y las enfermedades malignas, los niveles de ferritina pueden aumentar porque en estos pacientes la ferritina puede aparecer falsamente elevada o normal, cuando en realidad las reservas son bajas.
  • Hierro sérico─se refiere a los iones férricos (Fe3+) unidos a la transferrina sérica. La concentración sérica de hierro es muy variable y está afectada por la ingesta dietética de hierro, la inflamación y la infección.
  • Transferrina─ es la principal proteína de transporte del hierro en el plasma. Aumenta en la deficiencia de hierro para maximizar la utilización del hierro disponible. La TIBC es una prueba alternativa a la transferrina; refleja la disponibilidad de sitios de unión al hierro en la transferrina. Los valores aumentan en la deficiencia de hierro y disminuyen en la sobrecarga de hierro. Algunos laboratorios miden el hierro insaturado (UIBC) y calculan la TIBC agregando del hierro sérico al UIBC.
  • Saturación de transferrina─se calcula a partir del hierro sérico y las mediciones de la TIBC o la transferrina. Típicamente, la transferrina está 30% saturada con hierro. La saturación de transferrina aumenta en la sobrecarga de hierro y cae en la deficiencia de hierro, pero no refleja cuantitativamente el aumento del hierro sérico debido a que la ingesta dietética de hierro puede provocar un aumento de la saturación de la transferrina.

Lo que se necesita saber

  • La sobrecarga de hierro típicamente produce una ferritina y saturación de transferrina elevadas.
  • La deficiencia de hierro se evalúa mejor utilizando la ferritina sérica, que es baja en ausencia de inflamación.
  • Los niveles de ferritina pueden elevarse por procesos inflamatorios y puede enmascarar la deficiencia de hierro.

Interpretación

La interpretación de los estudios de hierro puede ser difícil debido a las dificultades enumeradas anteriormente que afectan a casi todos los marcadores del estado del hierro. Sin embargo, los estudios de hierro desempeñan un papel importante en la evaluación clínica. Aunque si bien los intervalos de referencia se citan, pueden variar según el laboratorio y deben ser confirmados localmente.

Sobrecarga de hierro

Las pruebas de sobrecarga de hierro (aumento de las reservas totales de hierro corporal con o sin disfunción orgánica) pueden estar causadas por ciertas características como las enumeradas en el cuadro precedente. La sobrecarga primaria de hierro incluye: mutaciones heredadas en los genes reguladores del hierro (causando síndromes de sobrecarga de hierro, como la hemocromatosis). La sobrecarga secundaria de hierro se asocia con otras condiciones, como se puede ver en el siguiente cuadro.

Causas de sobrecarga de hierro
Primaria

  • Mutaciones heredadas en los genes reguladores de hierro (por ej., hemocromatosis) Secundarias a otras condiciones/factores iatrogénicos
  • Transfusión sanguínea repetida (por ej., beta talasemia, anemia de células falciformes).
  • Anemias por carga de hierro (por ej., beta talasemia, anemias sideroblásticas, anemia hemolítica crónica, anemia aplásica).
  • Hierro y suplementos que contienen hiero (enteral y parenteral).
  • Porfiria cutánea tarda (acumulación hepática de hierro)

La hemocromatosis hereditaria (una enfermedad genética autosómica recesiva causada por la mutación del gen HFE) es la causa heredada común de la sobrecarga de hierro. El polimorfismo homocigota de C282Y afecta a 1 de cada 200 personas descendientes de europeos del norte y representa más del 80% de los casos reconocidos. La penetración clínica varía ampliamente (1%-28% de los homocigotas C282Y en estudios poblacionales).

En un grupo no seleccionado de la población, la ferritina sérica aumentó (>200 μg/l en mujeres premenopúsicas >300 μg/l para los hombres y las mujeres posmenopáusicas) y la saturación de transferrina fue hallada en más del 50% de los homocigotas C282Y, con una sensibilidad del 90% en los hombres y 75% en las mujeres.

Las técnicas especializadas para evaluar la sobrecarga de hierro incluyen la biopsia hepática, la resonancia magnética y la susceptometría mediante el dispositivo superconductor de interferencia cuántica (SQUID, siglas en inglés), un método no invasivo que mide la cantidad de magnetización in vivo causada por el hierro hepático.

Las indicaciones para estas pruebas pueden incluir la hiperferritinemia marcada (>1.000 μg/l) o la evaluación adicional cuando el diagnóstico de sobrecarga de hierro despierta dudas. Estos métodos no están ampliamente disponibles y son generalmente solicitados por los especialistas.

Consejos sobre solicitudes e interpretación

  • Solicitar conjuntamente la ferritina sérica y la saturación de transferrina para evaluar la sobrecarga de hierro, junto con la hemoglobina para Identificar la anemia y apoyar las decisiones terapéuticas (por ej., la sangría).
  • Si la única anomalía bioquímica hallada es la saturación de transferrina elevada o el resultado está en el límite, se debe repetir la prueba en ayunas para eliminar un aumento causado por el hierro de la dieta.
  • Si la saturación de transferrina está persistentemente elevada, se puede hacer el análisis de los genes HFE, con asesoramiento previo a la prueba.
  • En los homocigotas C282Y, la saturación de transferrina es el primer parámetro bioquímico en subir. La ferritina sérica puede ser normal en las primeras etapas de la enfermedad, pero posteriormente, los pacientes desarrollan sobrecarga de hierro clínicamente significativa (disfunción orgánica con o sin síntomas). En las guías de los establecimientos se ha propuesto el monitoreo anual de la ferritina sérica. Si se desarrolla hiperferritinemia o la ferritina asciende progresivamente y en el establecimiento se carece de protocolos locales definidos, considerar la derivación del paciente para continuar la evaluación.
  • La ingestión de hierro terapéutico (incluyendo el hierro que contienen los multivitamínicos) puede elevar la saturación de transferrina a niveles que alcanzan el 100%, y en base a su experiencia clínica, los autores recomiendan esperar 4 semanas después del cese del tratamiento, antes de solicitar hierro sérico, la transferrina/TIBC, y la saturación de transferrina.
  • EL contenido elevado de hierro, transferrina, saturación de transferrina y ferritina puede verse en la lesión hepática aguda debido a la fuga de los contenidos intracelulares, y puede dar la impresión incorrecta de sobrecarga de hierro.

Investigando la deficiencia de hierro

La ferritina sérica baja (<15 μg/l) proporciona evidencia absoluta de deficiencia de hierro.

Definiciones de la deficiencia de hierro de la Organización Mundial de la Salud (2001)

  • Ferritina <15 μg/l
  • Saturación de transferrina <16%
  • Aumento de la hemoglobina de 1 g/dl después de 2 meses de suplementación con hierro (los valores varían según la etnia y el embarazo)
  • La anemia se define si hay hemoglobina <120 g/l en mujeres y es <130 g/l en los hombres (≥15 años de edad).

La ferritina sérica baja (<15 μg/l) proporciona evidencia absoluta de deficiencia de hierro.
La deficiencia de hierro puede resultar de:

  1. Ingesta inadecuada de hierro
  2. Absorción inadecuada
  3. Pérdida de hierro por sangrado, ya sea evidente u oculto una combinación de ambas.

La prevalencia varía según la región y a menudo baja utilizando la anemia como indicador indirecto.Una cuarta forma de deficiencia de hierro es la funcional. En estos pacientes hay suficientes reservas de hierro pero no se utilizan adecuadamente. La deficiencia funcional de hierro puede ocurrir en pacientes con enfermedades infecciosas crónicas, inflamatorias o malignas. Las citocinas inflamatorias aumentan la síntesis de la proteína hepcidina reguladora del hierro.

La hepcidina disminuye la absorción del hierro del tracto gastrointestinal e impide la movilización del hierro de los macrófagos y los hepatocitos. Por ejemplo, en ciertos pacientes, como aquellos con enfermedad renal crónica, la ferritina por debajo de los valores de referencia indica el almacenamiento deficiente de hierro; Sin embargo, los valores normales o elevados no pueden excluir la deficiencia funcional de hierro. Un estudio retrospectivo con resultados de más de 20.000 pacientes halló que en los pacientes con proteína C reactiva >10 mg/l, la ferritina sérica aumenta y la transferrina y el hierro séricos disminuyen.

El diagnóstico de deficiencia funcional de hierro en pacientes con una condición inflamatoria puede ser útil para guiar las Investigaciones y el tratamiento (por ej., suplementos de hierro), particularmente cuando el paciente tiene anemia sintomática o se sospecha una pérdida de sangre oculta. Sin embargo, esto es problemático pues no existe un marcador bioquímico único confiable y ampliamente disponible de la deficiencia funcional de hierro. El British Committee for Standards in Haematology recomienda la determinación del porcentaje de eritrocitos hipocrómicos (% HRC) como la mejor variable establecida para el diagnóstico de deficiencia de hierro funcional.

Para el diagnóstico de deficiencia de hierro por enfermedad renal se recomienda el %HRC (>6%) siempre que la muestra pueda ser procesada dentro de las 6 horas. Sin embargo, esto podría estar impedido por la disponibilidad de los servicios del laboratorio. Una alternativa es el contenido de hemoglobina de los reticulocitos (<29 pg).

Como marcadores de la deficiencia funcional de hierro se han propuesto la protoporfirina de zinc de los eritrocitos, el receptor de transferrina soluble y la relación receptor de transferrina soluble/log ferritina pero no están ampliamente disponibles y el receptor de transferrina soluble está sujeto a dificultades con la estandarización entre laboratorios. Son de uso limitado para el clínico general. La medición de la hepcidina como herramienta de diagnóstico está restringida a la investigación actual. No obstante, la armonización de los ensayos y la validación en el contexto clínico están en curso.

Puntos importantes a tener en cuenta al interpretar los estudios de h en el contexto de la deficiencia de hierro.

  • Es mejor investigar la sospecha de anemia por deficiencia de hierro utilizando ferritina sérica. La deficiencia de hierro se confirma por un nivel de ferritina por debajo del intervalo de referencia.
  • El hierro sérico bajo no puede interpretarse aisladamente porque puede estar presente en la infección, la inflamación y la malignidad así como la deficiencia de hierro. Si la ferritina sérica es normal o elevada y la saturación de transferrina está por debajo de su respectivo valor de referencia se recomienda medir la proteína C reactiva.
  • La saturación de transferrina <16% es poco específica, ya que el embarazo, el uso de anticonceptivos
    orales y las enfermedades crónicas dan lugar a una saturación de transferrina baja sin deficiencia de
    hierro.
  • En general, se debe evitar hacer estudios de hierro en aquellos pacientes con enfermedad inflamatoria o cuando la proteína C reactiva es >10 mg/l. Para los pacientes con condiciones inflamatorias crónicas, la interpretación debe hacerse con cautela y discutir los resultados con el especialista tratante de la condición, o con hematología si hay dudas.

Seguimiento de la respuesta al tratamiento

Comúnmente, las determinaciones seriadas de ferritina sérica se solicitan para monitorear el estado del hierro en pacientes que están recibiendo intervenciones para tratar la deficiencia de hierro o prevenir la sobrecarga ─por ejemplo, sangría o quelación de hierro. La medición del hierro elegida depende de la situación clínica.

Se recomienda monitorear la ferritina en aquellos pacientes con hemocromatosis sometidos a sangría para disminuir el hierro hasta que la ferritina sea <50 μg/l, para posteriormente mantener su valor entre 50 y 100 μg/l. Los estudios de hierro permiten guiar el tratamiento con hierro intravenoso.

En la enfermedad renal crónica, la concentración sérica de ferritina <100 μg/l en pacientes no dializados o <200 μg/l en pacientes en hemodiálisis crónica se asocia con una probabilidad elevada de deficiencia de hierro y una respuesta potencialmente buena al tratamiento con hierro intravenoso. La respuesta a la terapia oral con hierro en la anemia ferropénica por lo general se puede confirmar mediante el seguimiento del aumento de la hemoglobina, y no es rutinariamente necesario volver a verificar los estudios de hierro.

Resultado en la paciente presentada

Los resultados en la paciente mostraron ferritina 682 μg/l (rango normal 15-200), hierro 34 nmol/l (10-30), transferrina 2,0 mg/l (2-3,5) y saturación de transferrina 68% (25-45), valores que se observan en la sobrecarga de hierro. Después de discutir las pruebas genéticas, la paciente dio su consentimiento para el análisis de genes HFE. Se halló la mutación homocigótica C282Y, confirmando el diagnóstico de enfermedad hereditaria hemocromatosis. Fue remitida a un especialista para la evaluación y el tratamiento mediante sangrías.

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Perfil Virus de Epstein Barr

 

Indicaciones:

El ensayo sirve para la determinación in vitro cualitativa de autoanticuerpos humanos de la clase de inmunoglobulina IgG e IgM contra los cinco antígenos del Virus Epstein Barr ACV gp125, ACV p19, EBNA-1, p22 y EA-D en suero o plasma para el diagnóstico de infecciones con virus Epstein-Barr (mononucleosis infecciosa, síndrome de Burkitt, carcinoma nasofaríngeo).

Evolución temporal de la formación de anticuerpos:

Significación clínica:

El Virus de Epstein Barr (VEB) pertenece a los herpesvirus patogénicos para los humanos más extendidos. El contagio se produce mediante una infección por contacto, aunque también puede ser a través de una transfusión sanguínea o el trasplante de un órgano. El VEB es el patógeno de la mononucleosis infecciosa (enfermedad de Pfeiffer), una enfermedad febril que por lo general aparece acompañada de una faringitis y una linfadenopatía, a menudo también de una hepatoesplenomegalia, en raras ocasiones con exantema. Cuando la infección se produce en la infancia, la mayoría de ocasiones evoluciona de forma asintomática. En los países industrializados se infectan sobre todo los jóvenes o los adultos jóvenes, en los que la enfermedad se manifiesta con frecuencia. Una infección por VEB también está relacionada con la patogénesis de linfomas malignos (p. ej., forma endémica del linfoma de Burkitt en África) y del carcinoma nasofaríngeo (CNF, extendido sobre todo en el Sudeste Asiático). El CNF es el tercer tipo de tumor más frecuente entre los tumores malignos en el sur de China. Desde 2011 aumentan las pruebas que demuestran que una infección por VEB constituye un riesgo elevado de brote o el agravamiento de una esclerosis múltiple.

El objetivo del diagnóstico del VEB en las personas inmunosuprimidas es sobre todo la diferenciación entre una infección aguda y una ya pasada. Para ello se utilizan distintos métodos serológicos. El sistema inmune de una persona sana puede limitar rápidamente una reactivación del virus. En los pacientes inmunosuprimidos (p. ej., con tratamiento inmunosupresor tras el trasplante de un órgano o en los casos de infección por VIH), en cambio, el VEB puede propagarse de forma incontrolada y provocar enfermedades linfoproliferativas graves. En algunos casos, es muy importante a nivel diagnóstico determinar también la carga viral, para lo cual en la mayoría de ocasiones se utiliza la PCR

(reacción en cadena de la polimerasa).

Una mononucleosis infecciosa se debe diferenciar a nivel de diagnóstico diferencial de una citomegalia y una toxoplasmosis y, en los casos de evoluciones atípicas, también de una infección por VIH o de otras infecciones.

El VEB puede provocar durante el embarazo una infección de la placenta con daños en el corazón, los ojos y el hígado del feto. Se han estudiado las coinfecciones renales del VEB en niños, que provocan desde microhematuria hasta insuficiencia renal aguda.

La respuesta inmunitaria a una infección por VEB se caracteriza por una respuesta de anticuerpos cronológicamente desfasada contra antígenos de la cápside de VEB (VEB-CA), nucleares del VEB (EBNA) y precoces del VEB (VEB-EA).

En la fase temprana de la enfermedad son detectables anticuerpos IgM e IgG contra el antígeno de la cápside vírica (CA). Un resultado positivo de anticuerpos contra VEB-CA (IgM) es el marcador clásico de una infección aguda. Los anticuerpos IgG contra antígeno precoz aparecen algo más tarde durante la fase aguda y al cabo de entre 3 y 6 meses descienden hasta concentraciones ya no detectables. En cambio, el nivel de anticuerpos IgG contra CA persiste de por vida. Aproximadamente entre seis y ocho semanas después de una infección, se forman anticuerpos contra EBNA. Así pues, su aparición indica una infección ya pasada.

Interpretación de los resultados del Perfil Virus de Epstein Barr

Sinópsis:

Esquema de interpretación de la serología de VEB:

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Perfil Enfermedad Celiaca (IgG e IgA)

Indicaciones

El perfil posibilita un ensayo cualitativo para la determinación in vitro de autoanticuerpos humanos de la clase de inmunoglobulina IgG e IgA contra los dos antígenos transglutaminasa tisular (tTG) y gliadina (GAF-3X) (péptido de fusión análogo a la gliadina) en suero para el diagnóstico de enteropatía sensible al gluten y dermatitis herpetiforme de Duhring.
Importancia: Para el diagnóstico de celiaquía serológico se recomienda la detección de autoanticuerpos contra transglutaminasa tisular (tTG) y contra el epítopo desaminado del péptido de gliadina (anti GAF-3X). De este modo, tanto la determinación de autoanticuerpos de la clase de inmunoglobulina A (IgA) como los de la clase de inmunoglobulina G (IgG) desempeñan un papel en caso de síndrome de deficiencia de IgA. La combinación de distintas bandas de control en el perfil sirve para la detección de la presencia de IgA para excluir una síndrome de deficiencia de anticuerpos.

Significación clínica

La detección serológica de anticuerpos específicos de la enfermedad (IgA e IgG) es un componente esencial del diagnóstico de la enteropatía sensible al gluten (celiaquía, esprue endémico) y está igualmente indicado para la evaluación de la evolución de la enfermedad y del éxito del tratamiento.

La celiaquía es una enfermedad autoinmune sistémica con marcada predisposición genética, que en las personas afectadas se manifiesta como reacción a la ingestión de gluten. El gluten es una denominada glicoproteína, una mezcla de proteínas presente en diversos cereales (p. ej. trigo, cebada, centeno). La proteína más importante para la aparición de una celiaquía es la gliadina.

La prevalencia de las enfermedades celíacas en Europa se estima en aprox. un 1%. Sin embargo, los síntomas atípicos o leves se traducen presumiblemente en un mayor número de otros casos no diagnosticados. El cuadro clínico abarca, además de la típica inflamación de la mucosa del intestino delgado, síntomas tales como fatiga, borborigmo, dolor abdominal y diarrea, así como pérdida de peso, anemia, problemas de fertilidad, infantilismo y osteoporosis como consecuencia de la malabsorción de alimentos. En algunos pacientes se observa además una dermatitis herpetiforme de Duhring, una enfermedad cutánea que cursa con aparición de ampollas. Entre las manifestaciones atípicas de la celiaquía se cuentan también síntomas neurológicos como la ataxia por gluten. En la aparición de la celiaquía están implicados componentes genéticos como factores ambientales: la gliadina ingerida con los alimentos solo puede digerirse parcialmente en el intestino. En los pacientes celíacos, los péptidos de la gliadina remanentes pueden atravesar el epitelio del intestino delgado y llegar al tejido conjuntivo subyacente. Allí, los fragmentos de proteína son desamidados por la enzima transglutaminasa tisular (tissue transglutaminase, tTG), de modo que el aminoácido glutamina se transforma en ácido glutámico. En caso de predisposición genética (antígenos de leucocito humanos (HLA)-DQ2 o DQ8), estos péptidos modificados son ofrecidos en mayor cantidad al sistema inmunitario por células presentadoras de antígenos. Como consecuencia se segregan citoquinas proinflamatorias y se producen anticuerpos tanto contra epítopos de gliadina desamidados como contra la enzima tTG propia del organismo. Las reacciones inmunitarias conducen a la inflamación y la lesión de la mucosa del intestino delgado, identificable histológicamente por una estructura de vellosidades atrófica y criptas intestinales hiperplásicas. La clasificación según Marsh divide la celiaquía en tres tipos en función de la gravedad de esta histopatología intestinal:

  • Marsh tipo I: Proliferación de linfocitos intraepiteliales (>40 LIE/100 células epiteliales) con arquitectura normal de la mucosa.
  • Marsh tipo II: Hiperplasia adicional de las criptas con vellosidades todavía normales
  • Marsh tipo III: Proliferación de LIE, hiperplasia de las criptas, degeneración de las células epiteliales y deformación de las vellosidades. El tipo III se subdivide, a su vez, en Marsh IIIA (atrofia parcial de las vellosidades), Marsh IIIB (atrofia subtotal de las vellosidades) y Marsh IIIC (atrofia total de las vellosidades).

El diagnóstico serológico, como método económico y no invasivo, contribuye decisivamente al diagnóstico y la monitorización de la celiaquía y convierte en imprescindible una biopsia del intestino delgado en determinadas circunstancias.

La detección de los anticuerpos contra tTG (IgA e IgG) se lleva a cabo mediante un sistema de ensayo monoespecífico. En especial los anticuerpos IgA contra tTG están considerados como los indicadores más específicos y sensibles de la celiaquía. Los también sumanente específicos y sensibles anticuerpos IgA contra endomisio (EmA) pueden determinarse mediante el ensayo de inmunofluorescencia utilizando secciones tisulares del esófago (primate), del intestino (primate) o del hígado (primate).

Para el control de la evolución y la monitorización de una dieta sin gluten en el curso de un tratamiento, las reacciones antígeno-anticuerpo también proporcionan información valiosa. La disminución de los títulos de anticuerpos sugiere el éxito del tratamiento y por regla general va asociada a una mejora de los síntomas clínicos.

En 2012 se publicó una sinopsis de las nuevas Directivas de la ESPGHAN (European Society for Paediatric Gastroenterology, Hepatology, and Nutrition) europeas para el diagnóstico de la celiaquía en niños y jóvenes. Dichas directivas diferencian en el procedimiento diagnóstico entre pacientes cuyos síntomas clínicos sugieren una celiaquía y las personas asintomáticas que tienen un riesgo elevado de padecer celiaquía.

Niños y jóvenes con síntomas de la enfermedad (p. ej. molestias gastrointestinales, infantilismo, osteoporosis, anemia; es probable el diagnóstico de celiaquía)

Pacientes sin síntomas específicos de la enfermedad (riesgo genético de celiaquía, riesgo elevado de celiaquía en caso de p. ej. parientes de primer grado de pacientes celíacos, personas con diabetes mellitus de tipo I, síndrome de Down)

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Perfil Torch 10

Perfil Torch 10

Anti-TO.R.C.H. perfil 10 (IgG) garantiza la determinación de anticuerpos específicos de la clase IgG contra los patógenos de enfermedades Toxoplasma gondii, virus de la rubeola, Citomegalovirus (CMV), Virus del Herpes 1 y 2 (VHS-1, VHS-2), Bordetella pertussis, Chlamydia trachomatis, parvovirus B19, Treponema pallidum y Varicela (VVZ) en un solo ensayo. La detección de anticuerpos permite la determinación del estado inmunitario, una evaluación de riesgos para un embarazo existente y la ayuda para el comienzo de análisis subsiguientes exhaustivos en el marco de la atención prenatal.

Significación clínica

Toxoplasma gondii:

El patógeno de la toxoplasmosis es el esporozoo Toxoplasma gondii. Se encontró por primera vez en el gondi, un roedor africano. Sin embargo, los huéspedes principales son los gatos, en cuyo intestino se forman los ooquistes tras una infección peroral (ciclo de desarrollo sexual). Durante el ciclo de desarrollo asexual los toxoplasmas se reproducen en el cerebro, los músculos, el hígado, el bazo y en otros órganos de organismos de sangre caliente en los que se encapsulan. Por regla general, las personas se infectan por vía peroral, mediante la ingesta de ooquistes (en los excrementos de gatos infectados) o en productos cárnicos (la carne roja de animales infectados contiene quistes con trofozoítos viables y capaces de reproducirse. Cuando una embarazada se infecta por primera vez, los toxoplasmas pueden transmitirse vía placentaria.

Generalmente se desarrolla una toxoplasmose postnatal inaparente. Con ello se forman quistes que contienen trofozoítos en los tejidos que pueden persistir durante muchos años y mantener la inmunidad. En caso de una enfermedad manifiesta, el cuadro clínico, en función de la manifestación en los órganos de los parásitos, se caracterizará por fiebre, linfadenopatía, encefalitis, coriorretinitis, miositis, miocarditis, neumonía, hepatoesplenomegalia, exantema. Los anticuerpos específicos pueden detectarse en el mismo cerebro. En las personas inmunodeprimidas (receptores de un trasplante, pacientes con tumores, pacientes infectados por el VIH) se puede producir una infección primaria con toxoplasmas o una reactivación de una toxoplasmosis que conlleve una enfermedad que suponga un riesgo para la vida del paciente.

Tras una infección intrauterina, en el primer trimestre se produce el rechazo del embrión si este y la placenta se ven infectados de forma masiva. Una infección en el segundo y tercer trimestres, en función del momento de la infección, la dosis de la infección y el estado inmunitario de la madre y del feto, tiene como consecuencia en el feto unos síntomas diversos muy marcados. Las principales son: Hepatoesplenomegalia, neumonía, miocarditis, púrpura, hidrocefalia, coriorretinitis, edema del nervio óptico, calcificaciones intracerebrales.

Rubéola:

El patógeno de las rubeolas es el virus de la rubéola, extendido por todo el mundo. Esta enfermedad se transmite a través de la infección por gotitas en el aire y ya es contagiosa durante el tiempo de incubación de dos a tres semanas. Los síntomas son dolores de cabeza, la inflamación de los ganglios linfáticos característica y, con frecuencia, el típico exantema punteado. La mayoría de las infecciones se producen entre los 5 y los 14 años, donde entre el 40 y el 50% de los casos transcurren de forma subclínica. La enfermedad de la rubéola deja una inmunidad de por vida. En Europa Central se estima una propagación de entre el 80% y el 90% en adultos. Esto equivale a entre el 10% y el 20% de las mujeres en edad fértil que no son inmunes.

Los virus de la rubéola transmitidos vía placentaria causan el mayor índice de malformaciones embrionarias por infección en forma de embriopatía rubeólica. Esto provoca, sobre todo en los 3 primeros meses del embarazo, modificaciones graves, p. ej., cataratas, daños en el oído interno, fallo cardíaco, microcefalia. En muchos países, una infección aguda por rubéola se considera como indicación médica para la interrupción del embarazo.

Por consiguiente, la detección serológica de anticuerpos contra las tres proteínas estructurales de la rubeola más importantes (E1, E2, C) que se detectan parcialmente de 2 a 3 días tras el comienzo del exantema, reviste especial importancia para las embarazadas. Una inmunización pasiva en la fase inicial de la gestación es posible en caso de resultado negativo, estado inmunitario desconocido o detección de IgM específica, pero únicamente durante los 7 días posteriores a la exposición.

En todo el mundo se utilizan diversas estrategias de vacunación para la prevención de las infecciones por rubéola. Debido a la buena tolerancia de la inmunización activa, se intenta proteger a todos los jóvenes antes de la pubertad mediante una vacunación protectora contra la rubéola en dos fases.

Citomegalovirus:

La mayoría de infecciones por CMV se desarrollan de forma inaparente. La enfermedad puede manifestarse en prácticamente todos los órganos, no obstante, las principales son la hepatitis y la neumonía, acompañadas de fiebre de larga persistencia. Es importante la citomegalia congénita con daños especialmente en el hígado, el bazo y el sistema nervioso central. Alrededor del 1% de todos los fetos se infectan en el útero; el 20 % de ellos se detectan anticuerpos CMV de la clase IgM en la sangre fetal que están en correlación con daños graves en fetos y neonatos.

Se puede comprobar la presencia de anticuerpos contra citomegalovirus en el suero de casi todos los pacientes tras haber pasado la enfermedad, por lo general, se desarrolla una inmunidad de por vida. Entre los adultos hay infectados aproximadamente el 80 %. Las infecciones contraídas una vez pueden reactivarse de nuevo en caso de sistema inmunológico debilitado. En el caso de las embarazadas, el diagnóstico de la infección por citomegalovirus se basa en la detección de anticuerpos IgG e IgM. Para determinar el momento del brote de la enfermedad, es necesaria la medición de la avidez de IgG. Se han observado ensayos de anticuerpos IgM falsamente positivos en las infecciones por virus Epstein Barr.

En personas seronegativas inmunocomprometidas como pacientes con tumores y receptores de trasplantes, a menudo se muestra una inmunización pasiva con concentrados de inmunoglobulina específicos. Estos pacientes, aunque también los lactantes (en especial los prematuros) no deben recibir ningún producto de sangre que proceda de donantes de sangre infectados por CMV (positivos para anticuerpos contra CMV).

VHS-1/VHS-2:

Herpes simplex es una enfermedad de vesículas en la piel y las mucosas extendida y que generalmente se desarrolla de forma leve. Aparecen complicaciones cuando los órganos internos se ven afectados y se necrosan. Los Herpes simplex 1 prefieren la zona de la boca y nariz, los virus Herpes simplex 2, la zona genital. Son habituales las recidivas inducibles.

Se puede comprobar la presencia de anticuerpos contra el VHS-2 en el suero de casi todas las personas tras haber pasado la enfermedad. Mientras que la propagación de VHS-1 asciende al 90%, solo del 7% al 20% de la población presentan anticuerpos contra VHS-2. Sin embargo, los anticuerpos no pueden evitar ni las recidivas ni las reinfecciones. En las infecciones primarias con VHS-2, a menudo se observan cefaleas y rigidez de la nuca y, en raras ocasiones, meningitis. En caso de que los recién nacidos se infecten con VHS-2 al pasar por el canal de parto, no solo se desarrollan vesículas en la piel, sino también la boca y los ojos pueden verse afectados, con frecuencia se acompañan de inflamación del hígado o el bazo, fallos renales, ictericia, daños neurológicos y encefalitis. Si no se trata esta enfermedad, resulta mayoritariamente mortal.

Bordetella pertussis:

El género Bordetella (B.) comprende cuatro especies reconocidas: B. pertussis, B. parapertussis, B. bronchiseptica y B. avium. Las tres primera están tan estrechamente emparentadas genéticamente que pueden considerarse subespecies de la misma clase. B. pertussis (patógeno de la tos ferina) está extendida a escala mundial, es altamente contagiosa y se transmite entre humanos a través de la infección por gotitas en el aire. La enfermedad no está relacionada con las estaciones. Aparece de forma esporádica o epidémica. La infección deja tras de sí una inmunidad específica que, no obstante, disminuye al cabo de décadas. Se conocen las enfermedades en la edad adulta, sin embargo, no se suelen diagnosticar, a pesar de que el portador adulto puede infectar su entorno. En 2003 se enfermaron en el mundo unos 17 millones de personas de tos ferina, el 90 % de ellos en países en vías de desarrollo. En el mismo año, se registraron unos 280.000 casos mortales por tos ferina.

Las infecciones por Bordetella pertussis comienzan tras un periodo de incubación de entre 7 y 14 días con un estadio catarral no característico que dura entre 1 y 2 semanas. A continuación se desarrolla el estadio convulsivo durante 2 a 3 semanas con los típicos ataques de tos paroxística, coqueluchosa y, con frecuencia, seguido de estridor con posible vómito. Los ataques nocturnos son frecuentes. Durante estos dos estadios, los patógenos se expectoran. No puede descartarse una transmisión a través de objetos contaminados. El siguiente estadio de remisiones dura varias semanas con disminución continua de los ataques de tos.

Especialmente en niños menores de dos años, son posibles las complicaciones como las neumonías secundarias u otitis media. No hay ninguna diferencia entre la morbilidad de los niños y de las niñas. Tampoco tienen un papel relevante la estación del año ni el clima. Las reinfecciones en personas mayores de 60 años son potencialmente mortales.

En Alemania la Comisión permanente sobre vacunas del Gobierno Federal (STIKO) recomienda la vacunación a los 2, 3 y 4 meses de edad y una vacunación posterior entre 11 y 14 meses, así como vacunas de refuerzo en edad preescolar y en la adolescencia, además también la vacuna de adultos, especialmente en la edad avanzada. Debido a la elevada tasa de mortalidad de neonatos y lactantes infectados de menos de 3 meses, está indicada la vacunación de embarazadas sin anticuerpos específicos en el primer trimestre del embarazo, con la que se puede lograr una alta inmunización del niño desde el nacimiento hasta la primera vacuna. Los anticuerpos específicos pueden determinarse en el suero mediante IFT, métodos Blot y ELISA.

Chlamydia trachomatis:

El patógeno Chlamydia trachomatis pertenece, junto a Chlamydia pneumoniae y Chlamydia psittaci, a las especies de clamidias patogénicas para humanos. Se trata de una de las bacterias gramnegativas con vida intracelular más pequeñas. Se alimenta como parásito energético de ATP de células afectadas. Aproximadamente Hay 700 millones de personas infectadas en el mundo, con una incidencia anual de nuevas infecciones de aprox. 50 millones. En los EE. UU. la prevalencia en gran parte asintomática de las infecciones por C. trachomatis en mujeres de entre 16 y 25 años es del 22%, mientras que en Europa Occidental es del 2,7% (en Italia) al 8% (en Islandia) según la OMS. La transmisión se produce a través de la infección por contacto directo con personas como reservorio del patógeno.

Chlamydia trachomatis es el patógeno de la uretritis no gonocócica, el linfogranuloma venéreo, el tracoma, la conjuntivitis de inclusión, el síndrome de Reiter y la neumonía neonatal.

La uretritis no gonorreica de transmisión sexual es actualmente la enfermedad venérea más frecuente. En Alemania, los serotipos D-K de C. trachomatis son responsables de ella. Las bacterias se encuentran preferentemente en las células de la uretra, en los hombres también en la próstata o la vesícula seminal, mientras que en las mujeres en el cuello uterino (cervix) o en las trompas de Falopio (tubos uterinos). En los hombres causan uretritis, epididimitis y prostatitis, en mujeres, uretritis, cervicitis y salpingitis/adnexitis. Mientras que en hombres es con frecuencia clínicamente asintomática, en mujeres la infección por C. trachomatis causa picores, dolores y flujo. La infección crónica de los órganos genitales femeninos causa en muchos casos esterilidad. En Alemania, más de 100 000 mujeres no tienen hijos sin desearlo debido a las infecciones causadas por las clamidias. También se ha observado infertilidad secundaria en hombres. Es evidente la relación del aborto precoz o muerte fetal (de la semana 32 a la 34 de embarazo) y la infección reciente de C. trachomatis durante los 3 primeros meses de embarazo.

En los trópicos, C. trachomatis causa el tracoma (con los serotipos A, B, Ba y C), también llamada queratoconjuntivitis, conjuntivitis (granulosa) tracomatosa u oftalmía egipcia, una infección ocular con distintos niveles de gravedad. Es provocada por el contacto directo entre las mucosas de los ojos, la nariz y la boca o se puede transmitir a través, p. ej., del uso compartido de manoplas de baño o toallas.

Tras un periodo de incubación de entre 5 y 12 días, aparecen los síntomas de una conjuntivitis grave. Aproximadamente 400 millones de personas sufren de tracoma, lo que representa la causa de ceguera más frecuente del mundo (ceguera por tracoma). Tras una infección urogenital con C. trachomatis se desarrolla, entre el 1 % y el 3 % de todos los casos, una artritis reactiva (síndrome de Reiter con triada de uretritis, conjuntivitis y artritis). Se trata de una oligoartritis particularmente con afección en las extremidades inferiores, sobre todo en las articulaciones de la rodilla y el jarrete con inflamaciones locales. Frecuentemente también están involucrados las articulaciones de los dedos de manos y pies, así como la columna vertebral, con dolores de espalda por inflamación.

En los neonatos, principalmente los prematuros, C. trachomatis prenatal o perinatal causa la transmisión, además de la conjuntivitis (conjuntivitis neonatal), de una neumonía (serotipos D-K) con neumotórax con una frecuencia llamativa y el deterioro de la salud de por vida.

Como muestran estudios de ámbito europeo, estos métodos son adecuados para demostrar la infertilidad como consecuencia de una infección por C. trachomatis tanto en mujeres como en hombres a través de la detección de anticuerpos IgA y IgG en suero específicos de C. trachomatis. En los casos de parto prematuro o muerte fetal, a menudo se encuentran anticuerpos IgA y IgG específicos de C. trachomatis en las madres, en la mayoría de casos en combinación con títulos altos de IgM. Se recomienda, por consiguiente, un cribado de C. trachomatis en los dos padres antes de un embarazo planeado en centros médicos especializados, pero como muy tarde en el primer trimestre del embarazo, p. ej., en el marco de un ensayo TORCH ampliado.

Las infecciones por clamidias detectadas serológicamente se tratan bien con diversos antibióticos, normalmente durante 7 días, incluso durante el embarazo. La artritis reactiva requiere un tratamiento diferenciado más largo, es decir, local y sistémico.

Parvovirus B19:

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El parvovirus B19, el virus conocido («parvo») más pequeño, es un virus de ADN de cadena sencilla de la familia Parvoviridae. Se compone de dos tipos de proteína estructural viral (especies de proteína estructural mayor y menor) que forma una cápside icosaédrica. Su replicación tiene lugar preferentemente en células progenitoras hematopoyéticas. Hasta la fecha pueden determinarse tres genotipos distintos (genotipo 1 a 3). El parvovirus B19 se caracteriza por una alta estabilidad frente a los factores ambientales y detergentes. El virus ataca uno de los receptores que se encuentran en los eritrocitos, el antígeno P de los grupos sanguíneos de globósido.

La infección por B19 (eritema infeccioso, megaloreritema o «5.a enfermedad») está presente en todo el mundo, sobre todo en primavera, en epidemias locales, preferentemente en guarderías, colegios, familias y el ámbito hospitalario. En Europa Central se puede considerar endémica.

El parvovirus B19 se transmite a través de pequeñas gotas, contacto con la piel, sangre o productos sanguíneos, así como vía placentaria. El tiempo de incubación es de cuatro a 14 días, a veces de tres a 17 días. Los virus pueden detectarse en el suero de los enfermos entre el tercer y el 16.o día tras la infección. Con la aparición del exantema los pacientes ya no son infecciosos.

Habitualmente en el periodo prodrómico aparecen dolores de cabeza, prurito, mialgia y fiebre. Las infecciones recientes por B19 (IgM anti-B19) pueden aparecer en todos los grupos de edad. Con mayor frecuencia se detectan infecciones agudas entre los seis y los 15 años. La prevalencia de anticuerpos contra parvovirus B19 (IgG anti-B19) aumenta con la edad. En Alemania es de aproximadamente el 35 % de los cuatro a los seis años, de aproximadamente el 58% de los diez a los 15 años, de aproximadamente el 70% de los 20 a los 29 años y de aproximadamente el 79% de los 65 a los 69 años.

En los niños el parvovirus B19 desencadena el eritema infeccioso. El exantema empieza normalmente con una rojez e hinchazón intensas de las mejillas (con forma de mariposa). En la zona de la frente y las orejas se encuentran grandes manchas aisladas de un color rojo pálido. El exantema se extiende a continuación a los lados extensores de los brazos, así como a las nalgas y las piernas. Las extremidades son las más afectadas, pero las superficies de las manos y los pies también pueden estar afectadas. El tronco está menos afectado. Las mucosas se mantienen libres. Es característica la configuración en forma de guirnalda o red del exantema, que permanece de seis a 21 días y, después, se atenúa en forma de ondulación. Junto al exantema se observan con frecuencia inflamaciones de los ganglios linfáticos y síntomas de tipo gripal. Los síntomas acompañantes son en ocasiones el prurito, temperaturas subfebriles y artralgias. Como complicación se registra en niños una artritis simétrica de las articulaciones pequeñas. La infección por B19 aguda también puede ir acompañada de una púrpura de Schönlein-Henoch, o desencadenar varias enfermedades como síndrome pseudoapendicular, coxitis, enteritis, miocarditis, neuropatía del plexo braquial y eritema nodoso.

En los adultos la infección puede causar eritema acral y artritis (poliartropatía simétrica aguda), difícil de distinguir clínicamente de la poliartritis crónica. Del 17% al 33% de todas las miocarditis se atribuyen al parvovirus B19 como agente biológico patógeno. El parvovirus B19 se multiplica en los eritoblastos y, con ello, desencadena una anemia temporal. La infección puede causar complicaciones e incluso la muerte a personas inmunodeficientes. La denominada «aplasia pura de glóbulos rojos» es causada por una infección por B19 crónica.

Las infecciones por B19 transplacentarias en el embarazo pueden causar, mediante la inhibición de la eritropoyesis fetal, anemia, hipoxia y en caso extremo, hidropesía fetal (en aproximadamente el doce por ciento de los casos) y la muerte fetal. Otros síntomas están condicionados por una hipoproteinemia: Edema, derrame pleural y pericárdico, ascitis.

Clínicamente es difícil de diferenciar el eritema infeccioso de la rubeola, de manera que con frecuencia hay que recurrir a la serología (IgM/IgG anti-B19). Especialmente en adultos el eritema infeccioso transcurre la mayoría de las veces con exantema atípico.

Actualmente no se detectan los virus B19 en conservas de sangre. Las personas infectadas por B19 en el estadio virémico son la mayoría de las veces asintomáticos, con frecuencia las transfusiones desencadenan las infecciones por virus B19. Estudios en Alemania y Francia indican una prevalencia de conservas de sangre positivas para virus B19 de aproximadamente el 0,01% al 0,03%. Dado que la detección del antígeno B19 es costoso, para los pacientes de riesgo solo debería prepararse sangre que haya dado positivo para IgG anti-B19. Las conservas de sangre positivas para IgG anti-B19 normalmente ya no contienen ningún virus B19.

Debido a las distintas formas de manifestación de la infección por B19, es necesario confirmar o descartar una infección por B19 aguda. La detección del antígeno B19 o ADN (RCP) tiene un papel secundario en el diagnóstico, ya que los pacientes en el estadio virémico de la infección por B19 no muestran ningún síntoma la mayoría de las veces. Por consiguiente, la detección de anticuerpos específicos de B19 (IgG e IgM anti B19) adquiere una especial importancia. Los diagnósticos de la infección por B19 se realizan mediante el ELISA o Immunoblot que detectan de forma selectiva IgG anti-B19 o IgM anti-B19 con la utilización de una proteína estructural viral como antígeno.

La detección de IgM anti B19 indica una infección por B19 reciente. Los IgM anti-B19 pueden detectarse a partir de aproximadamente el décimo día hasta de tres a cinco meses tras la infección. Los IgG anti-B19 no aparecen antes del final de la tercera semana tras la infección y persisten posiblemente de por vida. Las medidas terapéuticas se limitan al tratamiento de los síntomas. En caso de hidropesía fetal, una exanguinotransfusión intrauterina puede mejorar el pronóstico considerablemente.

Treponema pallidum:

Treponema pallidum pallidum es una bacteria enrollada helicoidalmente de la familia de las espiroquetas. Esta familia abarca cinco géneros: Treponema, Borrelia, Spirochaeta, Cristispira y Leptospira. Treponema pallidum es el agente causal de la enfermedad infecciosa crónica lúes o sífilis. La subespecie T. pallidum endemicum causa la sífilis no venérea Syphilis, T. pallidum pertenue causa la frambesia, una enfermedad infecciosa no venérea que se da en regiones tropicales, mientras que T. pallidum carateum es el agente causal de la pinta.

La sífilis se transmite entre las personas durante las relaciones sexuales mediante el contacto entre las mucosas. También es posible la infección indirecta durante transfusiones sanguíneas y en caso de heridas. Durante el embarazo y en el momento del parto, una madre enferma puede infectar al recién nacido (sífilis connatal). La sífilis es un factor de riesgo demostrado para el aborto y la muerte fetal, que ocurre un 21% más frecuentemente que en embarazadas no enfermas de sífilis. Los neonatos que sobreviven indican en el 15% de los casos síntomas de una sífilis congénita.

La enfermedad transcurre en 3 estadios. La lesión primaria de la sífilis (estadio I), el Ulcus durum (español: chancro duro), aparece, por regla general, 3 semanas después del contagio en el lugar de la infección (p. ej., el pene). Se trata de una úlcera indolora en la que están presentes masivamente los patógenos y por lo tanto es altamente contagiosa. Se caracteriza por el borde duro y elevado de la lesión nítidamente delimitada y fibrinosa o costrosa. Los ganglios linfáticos regionales pueden inflamarse, pero son indoloros y se mantienen desplazables. Transcurridas entre 2 y 6 semanas, esta úlcera desaparece dejando cicatriz. Sin embargo, por regla general la infección progresa hasta pasar al estadio II de la enfermedad.

Aproximadamente 8 semanas después del contagio, aparece el estadio secundario normalmente con síntomas gripales como fiebre, decaimiento o dolores de cabeza y en los miembros. Junto a una inflamación generalizada de los ganglios linfáticos, el 90% de los pacientes presentan lesiones cutáneas locales o generalizadas acompañadas de prurito escaso o inexistente. Se trata inicialmente de máculas con coloración rosada tenue, que posteriormente se transforman en pequeñas pápulas consistentes y de color cobrizo. Principalmente son condilomas planos, pápulas anchas que aparecen sobre todo en los pliegues cutáneos. Si se abren y exudan, el líquido expulsado es altamente contagioso. En algunos casos pueden aparecer también dolencias de diversos órganos, p. ej.: queratitis, iridociclitis, hepatitis, vasculitis y daño miocárdico.

Todas las lesiones cutáneas (sifílides) sanan al cabo de unos 4 meses. La sífilis secundaria desemboca en un estadio clínicamente silencioso pero serorreactivo (sífilis latente) que puede durar años. Los pacientes son solo infecciosos aprox. 1 año después del contagio (fase latente temprana), pero después ya no (fase latente tardía).

Las manifestaciones típicas de una infección por Treponema pallidum en el estadio III son grandes pápulas y úlceras en la piel y en las mucosas, así como sífilis orgánica o visceral, entre otras manifestaciones como inflamación gomosa e intersticial ,perivasculitis, sífilis cardiovascular, neurosífilis (formas asintomática y sintomática), así como osteítis y periostitis. Sin tratamiento, entre el 8% y el 10% de los afectados sufren, de 10 a 30 años tras la infección inicial, trastornos neurológicos graves en forma de neutrosífilis con parálisis progresiva y Tabes dorsal con graves trastornos mentales y vegetativos.

El diagnóstico de una sífilis se basa en los hallazgos clínicos en función del estadio, la detección microscópica de agentes causales (campo oscuro) y la detección serológica de anticuerpos contra Treponema pallidum.

Tanto en el suero como en el líquido cefalorraquídeo pueden detectarse anticuerpos contra Treponema pallidum. Esto reviste relevancia diagnóstica, p. ej. en el caso de niños con sífilis congénita. Una medida de la producción de anticuerpos intratecal específica del agente causal es el cociente relativo de líquido cefalorraquídeo/suero LSQrel. (Sinónimo: índice de especificidad de anticuerpos).

VVZ:

El virus varicela-zóster (VVZ) —sinónimo: herpesvirus humano 3 (HHV3) patógeno para humanos— es el agente patógeno de la varicela. Tras la manifestación inicial, persiste durante toda la vida en células nerviosas sensibles, donde en algunos casos se reactiva y desencadena el herpes zóster como manifestación secundaria. El único huésped del virus es el ser humano. La varicela extremadamente contagiosa fue considerada tradicionalmente como una enfermedad infantil benigna y necesaria (25% en niños de entre 1 y 4 años, 43% entre 5 y 8 años y 27% entre 9 y 18 años) que se manifiesta por un característico exantema vesicular de todo el tegumento. Actualmente está demostrado que la varicela puede ser una infección grave en niños, pero especialmente en adultos jóvenes, personas de edad avanzada y embarazadas.

El zóster es la recidiva endógena de una infección por varicela previa o bien la consecuencia de una reinfección en caso de que exista inmunidad residual. La incidencia del herpes zóster en Europa alcanza un promedio anual de 3 casos por cada 1000 personas de la población general y más de 10 casos por cada 1000 personas de más de 80 años. La totalidad del genoma vírico se presenta en los ganglios infectados de forma latente. El VVZ persiste en los múltiples ganglios a lo largo de todo el eje cerebroespinal humano. El exantema afecta aquí a la zona de propagación de una o varias raíces nerviosas sensibles, en especial T3-L3 y el nervio trigémino. Tanto en una infección primaria como en una reactivación del virus pueden aparecer complicaciones en el sistema nervioso central (SNC). Se producen manifestaciones más graves si, tras su reactivación, el VVZ infecta la médula espinal o las arterias cerebrales y desencadena cuadros clínicos como por ejemplo mielitis, vasculopatía focal y encefalitis.

La varicela provoca infecciones graves durante el embarazo, con consecuencias graves para el feto. Una infección de la madre por varicela-zóster representa durante el parto un riesgo potencialmente mortal para el neonato. Si se produce una infección entre el cuarto día previo al parto y el segundo día posparto, la tasa de mortalidad neonatal se sitúa entre el 20 y el 30%. Los pacientes con síndrome de varicela congénita presentan habitualmente los siguientes síntomas clínicos: lesiones cutáneas, defectos neurológicos, enfermedades oculares y/o hipoplasia de las extremidades. En casos infrecuentes se han observado manifestaciones aisladas en el cerebro o en el ojo.

Los anticuerpos contra los virus varicela-zóster pueden detectarse en el suero de la práctica totalidad de los pacientes durante y una vez cursada la enfermedad.

El diagnóstico de una mielitis VVZ o encefalitis VVZ tiene lugar mediante la detección de anticuerpos contra VVZ en el líquido cefalorraquídeo y el suero. En caso de afectación del SNC se produce la síntesis intratecal de anticuerpos contra VVZ en el líquido cefalorraquídeo. Dado que los anticuerpos específicos también pueden llegar al líquido cefalorraquídeo desde el suero atravesando la barrera hematoencefálica mediante el proceso de difusión, se determina un cociente relativo de líquido cefalorraquídeo/suero (LSQrel., sinónimo: índice de especificidad de anticuerpos).

Tras una infección, así como después de una vacunación exitosa, por regla general se desarrolla una inmunidad de por vida. En personas seronegativas inmunocomprometidas, tales como pacientes con tumores y receptores de trasplantes, así como tras la exposición de embarazadas seronegativas, a menudo está indicada una inmunización pasiva con concentrados de inmunoglobulina específicos.

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Prueba de VIH cuantitativa

A los tres días del contagio por VIH, la carga viral en la sangre crece y el virus empieza a ser detectable a través de técnicas ultrasensibles como la prueba de VIH por PCR cuantitativa que puede detectar desde sólo 40 copias por mililitro de sangre, una cantidad realmente pequeña teniendo en cuenta que durante los primeros días de la infección la carga viral puede llegar hasta millones de copias por mililitro de sangre. Dado que la carga viral no evoluciona de la misma manera de unas personas a otras, la recomendación es esperar al menos 7 días desde la exposición para realizar un análisis de carga viral.

Esta técnica permite tener los resultados en un tiempo realmente corto.  El mismo día.

¿Qué es la PCR cuantitativa?

La PCR cuantitativa se trata de una variante de la técnica de PCR clásica, que además de detectar un agente causante de una infección, nos informa sobre el número de agentes causantes que existen, es decir, realiza una cuantificación.

PCR cuantitativa con carga viral detectada.

En muchas ocasiones, este hecho es vital, como en el caso de las infecciones por VIH, ya que condiciona el tipo de tratamiento a aplicar, además del éxito del mismo.

¿Por qué es importante cuantificar una infección por VIH?

Si nos detenemos a pensar, no es lo mismo una infección provocada por un bajo número de virus que por un número alto de los mismos; a mayor cantidad de virus, “peor” es la infección.

En los primeros momentos de la infección, la cantidad de virus en sangre es baja, y en estos momentos un tratamiento de choque puede ser clave para evitar el desarrollo de la enfermedad. A medida que avanza la infección, la cantidad de virus aumenta, lo que reduce el éxito de dicho tratamiento. Por ello, en casos de infección reciente, es muy importante conocer la cantidad de virus, o como se conoce de manera técnica, la “carga viral” o viremia en plasma.

En los casos de infección avanzada, el uso de la PCR cuantitativa es muy importante para conocer si un tratamiento está siendo efectivo. Si efectivamente lo es, la carga viral irá disminuyendo con el tiempo, o al menos, no aumentará. En caso de que la cantidad de virus en sangre aumente a pesar del tratamiento es indicativo de que no está siendo efectivo y alerta de la necesidad de cambiar la terapia. Disponer de esta información es crucial.

PCR cuantitativa con carga viral indetectable

¿Qué ventaja adicional aporta la PCR cuantitativa?

Además de su importante uso en la cuantificación de la cantidad de virus existente, la PCR cuantitativa proporciona una ventaja extra: su EXTREMADA SENSIBILIDAD.

Al ser una técnica pensada para detectar infecciones iniciales, donde la carga viral es muy baja, la PCR cuantitativa permite detectar cantidades mínimas de virus en sangre (o dicho de otra forma cargas virales muy bajas). La PCR clásica detecta por encima de 200 copias de virus por mililitro de suero sanguíneo, mientras la PCR cuantitativa alcanza a detectar tan solo 40 copias virus por mililitro.

¿Cuáles son las claves del diagnóstico de VIH por PCR cuantitativa?

La eficacia de las pruebas de PCR cuantitativa, como cualquier método de diagnóstico, se determina a través de dos parámetros: sensibilidad y especificidad.

La sensibilidad determina la capacidad de la prueba para detectar la infección en sujetos enfermos y se representa como el porcentaje de resultados positivos en pacientes infectados, es decir, estima la probabilidad de que la prueba identifique como enfermo a aquel que realmente lo está.

Por otro lado, la especificidad indica la capacidad de la prueba para detectar la ausencia de la enfermedad en personas sanas expresada como el porcentaje de resultados negativos en pacientes que no padecen esa enfermedad, en otras palabras, da idea de la capacidad de una prueba para detectar correctamente individuos sanos.

Todas las pruebas diagnósticas tienen sus limitaciones, lo que provoca que sus valores de sensibilidad y especificidad varían de unas a otras. Esto se debe a la aparición de resultados no válidos que nos proporciona la técnica, denominados falsos positivos y negativos. Los falsos positivos hacen referencia a aquellos casos en los que se identifica a un individuo como enfermo cuando en realidad está sano. Por otro lado, un falso negativo se produce cuando una muestra se toma como libre de infección cuando realmente no lo está. Los falsos negativos reducen la sensibilidad de la técnica, mientras que los falsos positivos reducen la especificidad.

La técnica de diagnóstico perfecta sería aquella capaz de identificar de forma absoluta los verdaderos casos positivos y negativos. De esta forma la prueba tendría tanto una sensibilidad como una especificidad del 100%. Pero esta situación ideal no es estadísticamente posible por una serie de diversos factores y tan solo se pueden conseguir aproximaciones a este valor.

En el caso de las pruebas de PCR cuantitativa usadas para la detección de VIH-1, aprobadas por la FDA y la Agencia Europea del Medicamento (EMA), los valores de sensibilidad y especificidad están por encima del 99% según los estudios de control de calidad realizados por las casas comerciales. Este tipo de análisis son necesarios para lanzar el producto al mercado con todas las garantías de seguridad de acuerdo a la normativa vigente. Estos valores de sensibilidad y especificidad indican que la probabilidad de obtener un falso positivo o falso negativo, respectivamente, es menor del 1%.

Es importante señalar que, junto a la alta sensibilidad de la PCR cuantitativa, esta técnica tiene un límite de detección sobresaliente. En teoría, una sola copia del material genético del virus podría ser amplificada en una reacción de PCR. Sin embargo, en realidad, se establece un umbral inferior de detección (alrededor de 40 copias por mililitro) ya que por debajo de este límite podría obtenerse un falso negativo.

Hay que tener en cuenta que en las pruebas de PCR cuantitativa se evalúan en paralelo una serie de muestras control, que se comparan con la muestra problema para determinar que los resultados obtenidos son correctos. En este sentido, se utiliza una muestra que no contiene virus, otra con una concentración baja de VIH y por último una muestra con una carga viral elevada. Además, se debe señalar que todo resultado positivo, independientemente del tipo de prueba realizada, es verificado con un segundo test que descarta un posible falso positivo.

Existe otro parámetro que puede afectar significativamente a los resultados obtenidos por pruebas de diagnóstico de VIH: el periodo de ventana. Este es el tiempo que se debe esperar desde que se produce el contacto de riesgo hasta que se puede realizar el test con todas las garantías especificadas por el fabricante. Esta característica constituye una de las principales ventajas de la PCR frente a otras técnicas ya que puede reducir ese tiempo hasta las 72 horas después de la exposición.

Actualmente, el diagnóstico de VIH por PCR, también llamado NAT (de las siglas en inglés de Tecnología basada en Ácidos Nucleicos), no se utiliza en los sistemas públicos de salud como test de diagnóstico de rutina porque su uso es más caro que el de pruebas basadas en la detección de anticuerpos (como los ELISA o las pruebas rápidas). Sin embargo, estas pruebas de anticuerpos tienen un periodo ventana más largo y no deben de realizarse hasta pasados 3 meses de la exposición al virus. Cabe destacar que, cuando no se respeta este periodo ventana, el riesgo de obtener falsos negativos se incrementa de manera significativa, es decir la sensibilidad de la técnica en ese periodo es muy inferior al valor emitido por el fabricante.

Las ventajas que aporta la PCR como método de diagnóstico para VIH hacen que este método sea utilizado de forma rutinaria en:

  • El diagnóstico de bebés nacidos de madres VIH positivas, debido a que su sangre conserva anticuerpos frente al VIH de sus madres hasta los 18 meses de edad lo que interferiría con pruebas basadas en anticuerpos.
  • Los bancos de sangre de la mayoría de países desarrollados, donde las donaciones son examinadas para detectar VIH mediante pruebas de PCR y descartar así infecciones recientes, que no serían detectables por pruebas de anticuerpos debido a su mayor periodo de ventana.
  • El pronóstico de la enfermedad: la medida de la carga viral puede predecir cuánto tiempo una persona se mantendrá saludable, ya que cuanto mayor es la carga viral, la enfermedad progresa más rápido.
  • La prevención: la carga viral da una idea del riesgo de transmitir el VIH a otra persona. Cuanto mayor es la carga viral, mayor es el riesgo de transmitir el VIH.
  • La evaluación de la eficacia del tratamiento antirretroviral en personas VIH positivas.

 

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Perfil anticuerpos a Miositis

Perfil anticuerpos a Miositis

Principios del ensayo: El equipo proporciona un ensayo cualitativo in vitro para la detección de autoanticuerpos humanos de clase IgG frente a 11 antígenos diferentes: Mi-2, Ku, PM-Scl100, PM-Scl75, Jo-1, SRP, PL-7, PL-12, EJ, OJ y Ro-52 en suero y plasma.

Significado clínico: La miositis es una enfermedad inflamatoria de los músculos esqueléticos, que puede ser hereditaria o desencadenada por infecciones, por toxinas o por una disfunción del sistema inmune.

La miositis con causas genéticas, fibrodisplasia osificante progresiva (FOP), también conocida como fibrodisplasia osificante múltiple progresiva, miositis osificante progresiva o enfermedad de Münchmeyer, es una osificación progresiva de tejido conectivo y de sostén del cuerpo humano.

La miositis de origen infeccioso se puede dividir en viral, parasitaria y fúngica. Las enfermedades bacterianas se dividen en supurativa y no supurativa. Las miositis supurativas suelen ser agudas, se circunscriben estrechamente a un único músculo o a un grupo reducido de músculos vecinos, parcialmente en forma de abscesos, y afectan principalmente a músculos que previamente estaban sanos. Histológicamente, la característica principal consiste en unos pronunciados infiltrados inflamatorios.

La miositis viral puede evolucionar muy benignamente o, como la miositis por HIV, parecerse a una polimiositis. Son desencadenadas por algunos tipos de enterovirus. El virus Coxsackie B causa inflamación de la musculatura del pecho y abdominal, así como una inflamación seca de la pleura. La enfermedad es contagiosa; se puede trasmitir de persona a persona (fundamentalmente por frotis infeccioso). La enfermedad se observa con mayor frecuencia durante los meses de verano.

Las miositis parasitarias suelen presentarse en forma de toxoplasmosis, cisticercosis, hidatidosis o triquinosis. Son muy raras en Europa central y conllevan inflamación focal, a menudo con calcificación.

Los mecanismos de las miopatías provocadas por fármacos y tóxicas son muy diferentes. Por ejemplo, el zidovudin causa cambios mitocondriales, el interferón alfa y la D-penicilamina causan miopatías inflamatorias y la ciclosporina causa la formación de vacuolas y necrosis.

Las miositis autoinmunes (miopatías idiopáticas inflamatorias) son enfermedades autoinmunes sistémicas con inflamación de la musculatura esquelética, dolor acentuado simétrico y proximal y debilidad muscular. Ocurren con una incidencia de 0,1 – 1/100.000/año y una prevalencia de 1 – 6/100.000, con una proporción hombre/mujer de 1 a 2. Se pueden dividir en polimiositis de adultos (alrededor del 30%), dermatomiositis de adultos (alrededor del 30%), polimiositis paraneoplásica de los pulmones, ovarios, glándulas mamarias, tracto gastrointestinal y en enfermedades mieloproliferativas (alrededor del 8%), miositis/dermatomiositis acompañada por vasculitis en edad infantil (alrededor del 7%), así como también miositis asociada a enfermedades autoinmunes tales como artritis reumatoide, lupus eritematoso, enfermedad mixta del tejido conectivo (EMTC) y formas raras tales como la miositis granulomatosa, eosinofílica, focal y por cuerpos de inclusión (alrededor del 20%).

Cabe destacar que la dermatomiositis/polimiositis tiene con frecuencia origen paraneoplásico, particularmente en los pacientes ancianos. Los síntomas de la dermatomiositis pueden manifestarse antes de que la presencia del tumor sea diagnosticable.

Histológicamente, la miositis se puede diferenciar en miositis puramente intersticial sin destrucción de las fibras, miositis focal con infiltrados definidos y lesión de fibras, y miositis difusa. Clínicamente, la enfermedad algunas veces se manifiesta de forma aguda, afectando a muchos músculos y con una infiltración inflamatoria acentuada (especialmente en la dermatomiositis). Otras veces ocurre como una enfermedad particularmente progresiva, en la cual a veces no hay infiltrados identificables y la atrofia de las fibras musculares y la destrucción de los músculos están en primer plano del cuadro histopatológico.

Esto ocurre especialmente en la miositis por cuerpos de inclusión y la miositis granulomatosa seudomiopática crónica.

La polimiositis (PM) es una enfermedad inflamatoria sistémica del músculo esquelético de etiología desconocida con infiltración linfocítica perivascular. En los casos con afectación de la piel, la enfermedad se conoce como dermatomiositis (DM). Los síntomas clínicos de la polimiositis son episodios de fiebre recurrentes, debilidad muscular, artralgias, posiblemente síndrome de Raynaud, dificultad para tragar e implicación de órganos internos. En la dermatomiositis, los síntomas de la piel aparecen como exantema de color púrpura sobre los párpados, el puente nasal y las mejillas, edema periorbital, eritema local y dermatitis con eczema escamoso.

Los hallazgos en laboratorios clínicos incluyen aumentos de los valores de enzimas musculares, junto a signos de inflamación inespecíficos tales como el incremento del título de Proteína C-reactiva (PCR), fiebre y aceleración de la velocidad de sedimentación eritrocítica (TSE). La detección de autoanticuerpos asociados a miositis reviste una importancia decisiva para el diagnóstico de la dermatomiositis/polimiositis, así como para la valoración del curso de la enfermedad y del tratamiento.

Aunque la tasa de mortalidad ha aumentado cuatro veces – siendo la principal causa de muerte las enfermedades del corazón y el pulmón – la mitad de los pacientes se recuperan completamente, aunque puede perdurar una ligera debilidad de la musculatura afectada. En el 30% de los casos puede detenerse la enfermedad. Alrededor del 20% de los pacientes experimentan empeoramiento a pesar de las medidas terapéuticas.

Los autoanticuerpos de clase inmunoglobulina IgG contra los principales y más reveladores antígenos específicos de la miositis y antígenos DM/PM y de solapamiento y asociados a la miositis identificados hasta ahora se pueden detectar en el suero o el plasma.

Mi-2 (parte de proteína helicasa del complejo NuRD)

Los autoanticuerpos contra Mi-2 (contra la helicasa nuclear) presentan una elevada especificidad de alrededor del 95% para las miositis, especialmente para DM con hipertrofia del pliegue periungueal.

Estos autoanticuerpos se encuentran en el 15 – 30% de los pacientes con dermatomiositis. Los anticuerpos contra Mi-2 también se detectan en 8 – 12% de los pacientes con miositis idiopática. En algunos pacientes con autoanticuerpos contra Mi-2 se observa una polimiositis, y en casos infrecuentes también una miositis por cuerpos de inclusión. Los anticuerpos contra Mi-2 suelen poder detectarse serológicamente ya en el estadio temprano de la enfermedad, observándose con frecuencia una evolución favorable de la DM (también en pacientes jóvenes). Sin embargo, la DM con resultado positivo para anticuerpos contra Mi-2 también puede estar asociada a una neoplasia (por ejemplo carcinoma de colon o mamario).

Ku (autoantígeno tiroideo, 70-kD G22P1)

Los autoanticuerpos contra Ku (proteína no histona ligadora del ADN) fueron observados originalmente en el síndrome de solapamiento de polimiositis-esclerosis sistémica. Actualmente, los anticuerpos contra Ku están presentes con distinta frecuencia (dependiendo también de la procedencia étnica) en otras enfermedades autoinmunes. Tienen una prevalencia de hasta el 10% en el lupus eritematoso sistémico (LES), una enfermedad autoinmune sistémica correspondiente al grupo de las colagenosis la cual se manifiesta predominantemente por la erupción en forma de mariposa. El 40% de los pacientes con anticuerpos contra Ku muestran síntomas de miositis o esclerosis sistémica (ES), una enfermedad autoinmune crónica con fibrosis de la piel (esclerodermia), las articulaciones y órganos internos tales como esófago, pulmones, corazón y riñones. Los autoanticuerpos contra Ku también pueden aparecer en el síndrome de Sjögren.

PM-Scl100/PM-Scl75 (antígenos localizados en la estructura granular de los nucleolos y en el nucleoplasma como exorribonucleasas; proteínas del complejo macromolecular nucleolar PM-Scl, PM-1)

Los autoanticuerpos contra ambos componentes principales antígeno-proteína PM-Scl100 y PM-Scl75 se diferencian por su peso molecular. PM-Scl100 es detectado casi al 100% por los anticuerpos contra PM-Scl, y el PM-Scl75 es detectado al 50 – 60%. Los anticuerpos contra PM-Scl (autoanticuerpos contra PM-Scl75 y PM-Scl100) se detectan en el 50 – 70% de los pacientes con el llamado síndrome de solapamiento (overlap syndrome). Esta enfermedad se manifiesta por una combinación de síntomas de polimiositis, dermatomiositis y esclerosis sistémica (ES). Los pacientes con ES presentan principalmente anticuerpos contra PM-Scl75. Los autoanticuerpos contra PM-Scl75 se detectan en el 3% de los casos de polimiositis, en el 2 – 3% de los pacientes con esclerosis sistémica (ES) y en el 24 – 50% de los pacientes con síndrome de solapamiento. Los ensayos que sólo detectan anticuerpos anti-PM-Scl100 no permiten descubrir a la mayoría de los pacientes con ES. No existe correlación entre la concentración de anticuerpos y la actividad de la enfermedad. Debido a la estrecha asociación entre los anticuerpos contra PM-Scl y los alelos HLA de clase II, estos autoanticuerpos se detectan casi exclusivamente en pacientes de origen caucásico.

Jo-1 (histidil-ARNt sintetasa)

Los anticuerpos contra Jo-1 se encuentran en la polimiositis con una prevalencia del 25 – 55% con una especificidad de casi el 100%. Con frecuencia están asociados a enfermedades autoinmunes que ocurren simultáneamente, tales como LES, ES o fibrosis intersticial del pulmón, una respuesta inflamatoria del tejido pulmonar acompañada por la formación de tejido conectivo entre los alvéolos y los vasos sanguíneos del entorno. Otros síntomas pueden ser el síndrome de Raynaud, la polisinovitis, “manos de mecánico” y fiebre. Los títulos de los anticuerpos contra Jo-1 pueden fluctuar con la actividad de la enfermedad y llegar a desaparecer con el éxito del tratamiento o en remisión.

SRP (Signal Recognition Particle, partícula de reconocimiento de señal, complejos de ribonucleoproteína)

Los autoanticuerpos contra SRP se pueden detectar en alrededor del 5% de los casos de polimiositis (con una especificidad aproximada del 90%). Los anticuerpos contra SRP son marcadores para la miopatía necrotizante (síndrome anti-SRP). Sus síntomas son debilidad de los músculos esqueléticos aguda, severa, proximal y simétrica, y también dolor muscular, incluyendo en ocasiones el músculo cardiaco. Los signos de enfermedad extramusculares pueden ser enfermedades intersticiales del pulmón.

PL-7 (Treonil-ARNt sintetasa)

Los autoanticuerpos contra PL-7 tienen una prevalencia aprox. de entre el 3% y el 6% en pacientes con miositis, en ocasiones solapándose con LES, ES o fibrosis intersticial del pulmón.

PL-12 (Alanil-ARNt sintetasa)

Los autoanticuerpos contra PL-12 se detectan con una prevalencia de hasta el 3% en pacientes con miositis. Clínicamente, con frecuencia puede existir también una alveolitis fibrosante, artralgias, acroesclerosis y síntomas de la enfermedad de Raynaud.

EJ (Glicil-ARNt sintetasa)

Los autoanticuerpos contra EJ son marcadores para el diagnóstico de la polimiositis con una prevalencia de tan solo el 1 – 3%. También se pueden detectar en caso de fibrosis intersticial del pulmón, en el síndrome de solapamiento con lupus eritematoso sistémico (LES), artritis y síndrome de Raynaud.

OJ (Isoleucil-ARNt sintetasa)

Los autoanticuerpos contra OJ están asociados a la (poli)miositis (prevalencia 3%) y a la fibrosis intersticial del pulmón (prevalencia 3%). Estos anticuerpos también se encuentran en el síndrome de Raynaud y en el síndrome de solapamiento con artritis reumatoide. Los principales síntomas son debilidad muscular, en algunos casos acompañados de poliartritis.

Ro-52

Los autoanticuerpos contra Ro-52 se detectan en pacientes con miositis con una prevalencia del 25%. Estos anticuerpos también están presentes en algunas enfermedades reumatoides y no-reumatoides. Parece que los autoanticuerpos contra Ro-52 desempeñan un papel importante en el lupus neonatal y en la obstrucción cardiaca congénita. En estos casos, ciertos epítopos están asociados a complicaciones durante el embarazo.

Calprotectina y Lactoferrina en Heces

Calprotectina + Lactoferrina en heces.

Es una prueba inmunocromatográfica de un solo paso para detección semi-cuantitativa simultanea de calprotectina humana (hCp) y lactoferrina humana (hLf) en muestras de heces como indicativo de inflamación gastrointestinal presente en diversas patologías (enfermedad inflamatoria intestinal, cáncer colorrectal y algunas enteropatías).

Ésta prueba es un ensayo de cribado sencillo, de alta sensibilidad y no invasivo para determinar actividad inflamatoria intestinal para el seguimiento de un tratamiento y para predecir el riesgo de recaídas.

Información adicional:

La calprotectina es una proteína del citosol de los neutrófilos con propiedades antimicrobianas, que se encuentran presente en las heces en una concentración muy elevada durante la inflamación intestinal. La proteína una vez liberada hasta su degradación se mantiene estable a temperatura ambiente durante 7 días en las heces, siendo por ello el analito ideal.

La calproctectina se libera por activación de los leucocitos, lo que conlleva un aumento de su nivel en plasma, en líquido cerebro espinal, en líquido sinovial, en orina y heces  como consecuencia de una enfermedad asociada al órgano u órganos correspondientes. Esta proteína inhibe el sistema enzimático dependiente del zinc, ocasionado con ello la muerte de ciertos microbios e induciendo la apoptosis de células sanas y cancerígenas. La calproctectina en presencia de calcio es extremadamente resistente a la degradación proteolítica (proteólisis) y por ello es tan estable en las heces almacenadas a temperatura ambiente durante 7 días.

La lactoferrina es un componente glicoproteico de los gránulos neutrofílicos secundarios, componente primario de la respuesta aguda inflamatoria es liberada a partir de los leucocitos fecales. Esta proteína es resistente a la proteólisis en las heces y puede servir como marcador de inflamación en el intestino. La causa más frecuente en la presencia de neutrófilos en heces en pacientes con diarrea crónica es la enfermedad crónica inflamatoria intestinal localizada en el colon (como la Enfermedad de Crohn y la Colitis Ulcerosa).

Se ha estudiado la lactoferrina como marcador de infección por enteropatógenos invasivos en niños con diarrea. La diarrea inflamatoria bacteriana puede ser causada por Shigella, Salmonella, Campylobacter y Clostridium difficile.

hCp y hLf son marcadores no invasivos que indican inflamación intestinal(por ejemplo en Colitis Ulcerosa (UC) y en la Enfermedad de Crohn (CD)).

Pacientes con dolor abdominal y diarrea persistente (4 semanas) o recurrente (2 episodios en 6 meses) son sospechosos de padecer estas enfermedades. Además de estos síntomas, el sangrado rectal, la pérdida de peso o la aparición de anemia aumentan la probabilidad de la presencia de estas enfermedades. En este caso,  es indispensable una evacuación endoscópica tomando una muestra histopatológica para poder diagnosticar estos pacientes sospechosos.

 

Enfermedad Pélvica Inflamatoria (EPI)

La enfermedad pélvica inflamatoria (EPI) es una inflamación inducida por la infección del tracto reproductivo superior femenino (endometrio, trompas de Falopio, ovarios o peritoneo pélvico); la misma tiene una amplia gama de manifestaciones clínicas.
La inflamación se disemina desde la vagina o el cuello uterino hacia el tracto genital superior, siendo la endometritis una etapa intermedia en la patogénesis de la enfermedad.
El sello diagnóstico distintivo es el dolor pélvico combinado con la inflamación del tracto genital inferior; las mujeres con EPI tienen a menudo síntomas y signos muy sutiles. Muchas mujeres tienen diseminación asintomática de la infección hacia el tracto genital superior, lo que resulta en EPI subclínica.
“El sello diagnóstico distintivo es el dolor pélvico combinado con la inflamación del tracto genital inferior; las mujeres con EPI tienen a menudo síntomas y signos muy sutiles.”
 
La EPI es un cuadro clínico preocupante, ya que puede provocar a largo plazo discapacidad reproductiva, incluyendo infertilidad, embarazo ectópico y dolor pélvico crónico.
Después de la introducción de la laparoscopia en la década de 1960, la investigación sobre la EPI proliferó a través de los años 1970, 1980 y 1990, llevando a grandes avances en la comprensión de las causas microbianas de la enfermedad y su relación con la discapacidad reproductiva, y permitiendo la estandarización del tratamiento antimicrobiano.
De acuerdo con una estimación nacional, en el 2001 se produjeron más de 750.000 casos de EPI en los Estados Unidos.
Durante las últimas dos décadas, las tasas y la gravedad de la EPI han disminuido en América del Norte y el oeste de Europa. Estos descensos han ocurrido en asociación con los esfuerzos en salud pública para controlar la infección por Chlamydia trachomatis Neisseria gonorrhoeae.
A pesar de los avances, sin embargo, la EPI sigue siendo un problema, ya que los resultados reproductivos entre las pacientes tratadas siguen siendo subóptimos, la EPI subclínica sigue estando mal controlada, y los programas destinados a la prevención de la enfermedad no son factibles en gran parte del mundo en desarrollo.
Fisiopatología y causas microbianas
 
La EPI aguda (≤ 30 días de duración) diagnosticada clínicamente es causada por la ascensión espontánea de microbios desde el cuello uterino o la vagina al endometrio, las trompas de Falopio y las estructuras adyacentes. Más del 85% de las infecciones se deben a patógenos cervicales de transmisión sexual o a microbios asociados a vaginosis bacteriana, y aproximadamente el 15% se deben a organismos respiratorios o entéricos que han colonizado el tracto genital inferior (Tabla 1).
La EPI subclínica tiene causas similares a las de la EPI aguda y puede ser el doble de común.
La EPI crónica (> 30 días de duración) se define como la infección crónica por Mycobacterium tuberculosis o especies de Actinomyces más que como dolor pélvico recurrente crónico, que sigue siendo común después del tratamiento de la EPI aguda. Esta revisión se centra en la EPI aguda y subclínica.
La infección ascendente desde el cuello uterino se debe frecuentemente a infecciones por N. gonorrhoeae o C. trachomatis adquiridas sexualmente.
Mycoplasma genitalium de transmisión sexual ha sido identificado como una probable causa de cervicitis, endometritis, salpingitis, e infertilidad, pero la evidencia es inconsistente.
Los factores que determinan qué infecciones ascienden al tracto genital superior no han sido completamente dilucidados, pero los datos de estudios prospectivos sugieren que aproximadamente el 15% de las infecciones por clamidia no tratadas progresan a EPI de diagnóstico clínico.
El riesgo de EPI después de una infección gonocócica puede ser aún mayor. Las relaciones sexuales y la menstruación retrógrada pueden ser particularmente importantes en el movimiento de los organismos desde el tracto genital inferior al superior.
Las bacterias anaerobias y facultativas que se encuentran en la flora vaginal han sido aisladas solas o con N. gonorrhoeae y C. trachomatis en las trompas de Falopio de mujeres con EPI aguda (Tabla 1). Estos organismos se encuentran en mayores concentraciones en asociación con la vaginosis bacteriana, una disbiosis polimicrobiana caracterizada por la reducción de los lactobacilos vaginales normales y el crecimiento excesivo de un microbioma asociado a biofilm anaeróbico mucho más complejo. La vaginosis bacteriana se asocia con la producción local de enzimas que degradan el moco cervical y los péptidos antimicrobianos asociados. Esta degradación puede alterar la barrera cervical a la infección ascendente y facilitar la propagación de los microorganismos hacia el tracto genital superior.
La infección resulta en daño inflamatorio fibrinoso o supurativo a lo largo de la superficie epitelial de las trompas de Falopio y de la superficie peritoneal de las trompas de Falopio y los ovarios, lo que conduce a cicatrices, adherencias, y posiblemente obstrucción tubaria parcial o total. La respuesta inmune adaptativa juega un papel en la patogénesis de la EPI porque la reinfección aumenta considerablemente el riesgo de infertilidad por factor tubario (es decir,  incapacidad para concebir debido al daño estructural o funcional de las trompas de Falopio).
La pérdida selectiva de las células epiteliales ciliadas inducida por la infección a lo largo del epitelio de las trompas de Falopio puede causar alteración del transporte del óvulo, dando como resultado infertilidad de causa tubárica o embarazo ectópico. Las adherencias peritoneales a lo largo de las trompas de Falopio pueden prevenir el embarazo y las adherencias dentro de la pelvis se relacionan con dolor pélvico.
Manifestaciones clínicas y diagnóstico
 
La EPI es particularmente común entre las mujeres adolescentes y jóvenes sexualmente activas, que son tratadas frecuentemente en clínicas ambulatorias, consultorios médicos o departamentos de emergencias.
La aparición repentina de un dolor abdominal bajo severo durante o poco después de la menstruación ha sido el síntoma clásico utilizado para identificar la EPI aguda, aunque actualmente es bien reconocido que tanto el inicio como la gravedad de los síntomas pueden ser más vagos y sutiles.
Las manifestaciones clínicas más leves, atípicas, se han vuelto más comunes debido al descenso de las tasas de infección por N. gonorrhoeae. Los síntomas asociados con EPI aguda incluyen dolor abdominal inferior o pélvico de gravedad variable, flujo vaginal anormal, sangrado inter-menstrual o postcoital, dispareunia, y disuria.
El cuadro clínico puede presentarse con fiebre, pero las manifestaciones sistémicas no son una característica prominente de la EPI. Ocasionalmente, un dolor en el cuadrante superior derecho sugestivo de inflamación y formación de adherencias en la cápsula del hígado (peri-hepatitis o Síndrome de Fitz-Hugh-Curtis) puede acompañar a la EPI.
Hay mucha evidencia que sugiere que puede ocurrir infección e inflamación en el tracto genital superior dando lugar a complicaciones reproductivas a largo plazo en ausencia de síntomas, una condición llamada EPI subclínica.
Las infecciones asintomáticas del tracto genital superior han sido bien documentadas, y la mayoría de las mujeres con infertilidad de causa tubaria no tienen antecedentes de EPI diagnosticada clínicamente, como se ha observado en estudios que muestran una fuerte asociación entre la infertilidad y la evidencia serológica de infección previa por C. trachomatis o N. gonorrhoeae.
Entre mujeres con infertilidad de causa tubaria, las muestras de biopsia muestran daño tubario patológico similar en las mujeres que tienen una historia de EPI y en las que no.
Sin embargo, en un estudio que involucró mujeres infértiles sin antecedentes de diagnóstico de EPI, el 60% de las mujeres con infertilidad por factor tubario, en comparación con sólo el 19% de aquellas sin infertilidad de causa tubaria, reportó haber consultado por dolor abdominal; esto sugiere que muchos casos de EPI se pasan por alto y que los médicos deben tener un bajo umbral para considerar el diagnóstico.
“Hay mucha evidencia que sugiere que puede ocurrir infección e inflamación en el tracto genital superior dando lugar a complicaciones reproductivas a largo plazo en ausencia de síntomas, una condición llamada EPI subclínica.”
El diagnóstico clínico de EPI se basa en el hallazgo de dolor en los órganos pélvicos, como se indica por el dolor a la movilización cervical, la sensibilidad anexial o el dolor a la compresión uterina en el examen bimanual, en conjunto con signos de inflamación del tracto genital inferior.
Los signos de inflamación del tracto genital inferior incluyen mucopus cervical, que se visualiza como un exudado del endocérvix o como un moco amarillo o verdoso en un hisopo con punta de algodón colocado suavemente en el orificio cervical (“hisopado” positivo); friabilidad cervical (sangrado epitelial columnar fácilmente inducido); o aumento de glóbulos blancos en el examen microscópico con solución salina de las secreciones vaginales (preparación en fresco).
El dolor pélvico de cualquier tipo tiene alta sensibilidad (> 95%) para EPI, pero poca especificidad. Los hallazgos de inflamación del tracto genital inferior aumentan la especificidad del diagnóstico.
Desafortunadamente, el diagnóstico clínico de la EPI es impreciso. Sólo cerca del 75% de las mujeres que han recibido un diagnóstico clínico de EPI en base a síntomas de dolor pélvico e inflamación del tracto genital inferior tienen confirmación laparoscópica de salpingitis (visualización de inflamación tubaria y uterina, exudados, adherencias, o absceso). Aunque la laparoscopia ha sido considerada el estándar para el diagnóstico de EPI, tiene alta variabilidad interobservador y podría no detectar la endometritis o la inflamación tubaria temprana.
Además, es un procedimiento quirúrgico invasivo que no está fácilmente disponible en muchos lugares y que no se realiza de forma rutinaria, especialmente en mujeres con síntomas leves a moderados. La aspiración endometrial transcervical con hallazgos histopatológicos de aumento del número de células plasmáticas y neutrófilos es más comúnmente utilizada para confirmar el diagnóstico de EPI, y estos resultados se ven a menudo en asociación con salpingitis confirmada laparoscópicamente. Sin embargo, la biopsia endometrial es algo invasiva, requiere habilidad para la interpretación patológica de las muestras, y da como resultado un retraso en el diagnóstico.
Las imágenes por ecografía transvaginal y resonancia magnética (RM) que revelan trompas engrosadas, llenas de fluido están disponibles durante la evaluación diagnóstica y son altamente específicas para salpingitis. Sin embargo, la sensibilidad de la ecografía es solo justa, y aunque la RM tiene una alta sensibilidad, es cara y no suele estar fácilmente disponible en ambientes de bajos recursos. Los estudios Doppler que muestran un aumento del flujo sanguíneo en las trompas de Falopio son altamente sugestivos de infección. Los estudios por imágenes también pueden ser útiles para elaborar alternativas diagnósticas, tales como quiste ovárico, endometriosis, embarazo ectópico o apendicitis aguda; estas condiciones se pueden encontrar en el 10 a 25% de las mujeres con sospecha de EPI.
Todas las pacientes con sospecha de EPI deben someterse a pruebas de PCR para infección cervical o vaginal por N. gonorrhoeae y C. trachomatis; si los resultados son positivos, la probabilidad diagnóstica de EPI aumenta sustancialmente.
Las pruebas moleculares para M. genitalium no están aún disponibles comercialmente. El fluido vaginal debe ser evaluado en busca de un aumento del número de glóbulos blancos (más de un neutrófilo por célula epitelial) y de signos de vaginosis bacteriana, incluyendo células del epitelio vaginal con sus márgenes celulares oscurecidos por las bacterias adheridas (es decir, células clave), un pH elevado, y un olor a amina con la adición de hidróxido de potasio (prueba positiva).
Normalmente, la vaginosis bacteriana es una condición no inflamatoria, y si los glóbulos blancos acompañan a las células clave, esto sugiere una EPI. Debe solicitarse una prueba de embarazo de forma rutinaria para ayudar a descartar un embarazo ectópico. Deben realizarse pruebas serológicas para el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH); el VIH aumenta el riesgo de absceso tuboovárico. La elevación de la eritrosedimentación o de la proteína C reactiva puede aumentar la especificidad del diagnóstico de EPI.
Tratamiento
 
Las guías para el tratamiento de la EPI fueron desarrolladas por los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC) en base a los resultados de ensayos clínicos y de consensos de recomendaciones de expertos clínicos (Tabla 2). El tratamiento de la EPI es empírico e implica el uso de una combinación de regímenes de agentes antimicrobianos de amplio espectro para cubrir probables patógenos. El tratamiento debe cubrir los principales patógenos, N. gonorrhoeae y C. trachomatis, independientemente de los resultados de las pruebas.
La necesidad de cubrir anaerobios no ha sido definitivamente establecida en ensayos clínicos aleatorios, pero dado que la vaginosis bacteriana es frecuente en las mujeres con EPI y que a menudo se recuperan anaerobios de las muestras del tracto genital superior, se recomienda el uso de antimicrobianos con cobertura anaeróbica. La cobertura confiable del M. genitalium es problemática, porque la mayoría de las cepas son resistentes a la doxiciclina.
Tabla 2. Tratamiento antimicrobiano de primera línea recomendado por los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC) para la enfermedad pélvica inflamatoria.*
Régimen ambulatorio para la enfermedad pélvica inflamatoria leve a moderada:
•Doxiciclina (100 mg por vía oral dos veces al día durante 2 semanas) con o sin metronidazol (500 mg por vía oral dos veces al día durante 2 semanas), más uno de los siguientes:
•Ceftriaxona (250 mg por vía intramuscular en una dosis única)
•Cefoxitina (2 g por vía intramuscular) con probenecid (1 g por vía oral) simultáneamente en una sola dosis
•Otra cefalosporina de tercera generación parenteral (cefotaxima o ceftizoxima)
Régimen para pacientes hospitalizadas por enfermedad pélvica inflamatoria moderada a severa con o sin absceso tubo-ovárico†
Uno de los siguientes:
•Cefotetan (2 g por vía intravenosa cada 12 horas), además de doxiciclina (100 mg por vía oral o por vía intravenosa cada 12 horas)
•Cefoxitina (2 g por vía intravenosa cada 6 horas), además de doxiciclina (100 mg por vía oral o por vía intravenosa cada 12 horas)
•Clindamicina (900 mg por vía intravenosa cada 8 horas) más gentamicina (3 a 5 mg por kilogramo de peso corporal por vía intravenosa una vez al día)
*Información sobre el tratamiento completo, incluyendo regímenes alternativos y consideraciones adicionales, está disponible en el sitio web del CDC
†La transición a la terapia oral por lo general puede ser iniciada dentro de 24 a 48 horas después de la mejora clínica, y se debe continuar hasta completar 2 semanas de tratamiento.
 
La moxifloxacina erradica de manera confiable al M. genitalium; sin embargo, N. gonorrhoeae ha adquirido resistencia a quinolonas, por lo que la monoterapia con quinolonas para la EPI ya no se recomienda como rutina. La sustitución de azitromicina por doxiciclina cubre M. genitalium y simplifica la dosificación. Sin embargo, en un ensayo reciente sobre el tratamiento de la uretritis no gonocócica, se halló que la azitromicina era menos confiable que la doxiciclina para la erradicación de C. trachomatis, por lo que se considera un régimen alternativo.
El estudio de Salud Clínica y Evaluación de la Enfermedad Pélvica Inflamatoria (conocido como PEACH) mostró que entre las mujeres con EPI leve a moderada, la eficacia de la terapia con cefoxitina-doxiciclina, con respecto a las complicaciones a corto y a largo plazo, fue similar en pacientes hospitalizados y ambulatorios. Lo mismo pareció ser cierto para las adolescentes.
Las razones para la hospitalización por EPI actualmente incluyen: embarazo, incapacidad para descartar otros diagnósticos, enfermedad severa combinada con incapacidad para tomar medicamentos orales, o absceso tubario.
La mayoría de las mujeres son tratadas con éxito como pacientes ambulatorias con una dosis única de ceftriaxona intramuscular, cefoxitina más probenecid, u otra cefalosporina de tercera generación (cefotaxima o ceftizoxima), seguido de doxiciclina oral con o sin metronidazol durante 2 semanas (Tabla 2).
Para las pacientes hospitalizadas, se recomienda la terapia con cefotetan o cefoxitina (administrados por vía parenteral hasta 24 a 48 horas después de la mejoría clínica) junto con doxiciclina, seguido por doxiciclina con o sin metronidazol hasta completar las 2 semanas de tratamiento.
Un régimen de clindamicina y un aminoglucósido puede ser particularmente apropiado para las pacientes con absceso tubo-ovárico. El tratamiento adyuvante con antiinflamatorios no esteroideos no mejora los resultados clínicos. La remoción del dispositivo intrauterino (DIU) no acelera la resolución clínica (y puede retrasarla), y en la mayoría de los casos, el DIU se deja en su lugar.
“El tratamiento de la EPI es empírico e implica el uso de una combinación de regímenes de agentes antimicrobianos de amplio espectro para cubrir probables patógenos. El tratamiento debe cubrir los principales patógenos, N. gonorrhoeae y C. trachomatis, independientemente de los resultados de las pruebas.”
 
Resultados reproductivos a largo plazo
 
Aunque más del 90% de las pacientes con EPI tendrá una respuesta clínica al tratamiento recomendado por el CDC, el resultado del tratamiento a largo plazo es aún subóptimo. En estudios clásicos realizados entre 1960 y 1984, Westrom y colegas siguieron a 2501 mujeres suecas durante varios años después de que se sometieran a laparoscopia y tratamiento para EPI sospechada clínicamente; 1844 mujeres (74%) tenían salpingitis confirmada.
En general, se desarrolló infertilidad (es decir, incapacidad de concebir después de 1 año de tratar de quedar embarazada) en el 16% de las mujeres con salpingitis confirmada por laparoscopia, en comparación con el 2,7% de las mujeres con sospecha clínica de EPI pero sin salpingitis. Adicionalmente, el 9% de las mujeres con salpingitis tuvieron un embarazo ectópico subsiguiente.
El estudio PEACH proporciona estimaciones más modernas del riesgo de secuelas reproductivas entre 831 mujeres americanas urbanas tratadas con cefoxitina y doxiciclina por EPI leve a moderada diagnosticada clínicamente entre 1996 y 1999. Después de 3 años de seguimiento, aproximadamente el 18% de las mujeres informó infertilidad, el 0,6% tenía un embarazo ectópico, y el 29% tenía dolor pélvico crónico (dolor reportado en dos o más consultas consecutivas con 3-4 meses de diferencia durante un período de 2 a 5 años); 15% de las mujeres tenía EPI recurrente. Ambos estudios indican que los episodios repetidos de EPI empeoran marcadamente los resultados reproductivos. Es de destacar que el retraso en la consulta por EPI también se ha asociado fuertemente con peores resultados a largo plazo.
Queda poco claro por qué el resultado a largo plazo de la EPI se manifiesta de esa manera, dadas las altas tasas de respuesta clínica. Tal vez el daño en las trompas de Falopio inducido por la infección es producido al mismo tiempo que se administra el tratamiento. Esta observación, junto con la frecuente aparición de EPI subclínica, han puesto de relieve la importancia de reconocer a la prevención de la EPI como una prioridad de salud pública.

 
Prevención
La medida más importante de salud pública para la prevención de la EPI es la prevención y control de las infecciones de transmisión sexual por C. trachomatis o N. gonorrhoeae. Muchos países de altos ingresos han implementado programas para detectar y tratar a las mujeres con infección asintomática por C. trachomatis, en base a la evidencia de ensayos controlados aleatorios que indican que la detección y el tratamiento de la infección del cuello uterino por C. trachomatis puede reducir el riesgo de EPI en una mujer en aproximadamente un 30 a 50% por más de 1 año.
El Grupo de Trabajo de los Servicios Preventivos de Estados Unidos, el CDC, y otras organizaciones profesionales recomiendan el screening anual para C. trachomatis de todas las mujeres sexualmente activas menores de 25 años de edad y mujeres mayores con aumento del riesgo de infección (por ejemplo, mujeres con parejas sexuales múltiples o nuevas). Estos grupos también recomiendan la realización de pruebas para N. gonorrhoeae entre las mujeres con mayor riesgo de infección (por ejemplo, mujeres con múltiples parejas sexuales o infección gonorreica anterior y mujeres de comunidades con alta prevalencia de la enfermedad).
La educación sexual integral, la promoción del uso de preservativos, y la provisión de condones son pilares de la prevención de las infecciones de transmisión sexual a nivel mundial y también ofrecen beneficios para la prevención de la EPI. Los datos del estudio PEACH mostraron que el uso persistente del condón durante el seguimiento se asoció con un menor riesgo de EPI recurrente, dolor pélvico crónico e infertilidad. En las mujeres con EPI debida a N. gonorrhoeae o C. trachomatis, la reinfección y la EPI recurrente son frecuentes.
Por lo tanto, la pronta evaluación y tratamiento empírico de las parejas sexuales masculinas de las mujeres con EPI o infección del cuello uterino es esencial. Si las parejas sexuales no pueden vincularse a la atención, el tratamiento expeditivo de las mismas (por ejemplo, proporcionando recetas o medicamentos al paciente para que tome su pareja, sin realizar examen clínico) es un enfoque útil y ha demostrado que reduce el riesgo de reinserción.
 
Preguntas sin respuesta y necesidades sin dirección
Los Institutos Nacionales de Salud convocaron recientemente a un taller para identificar las necesidades de investigación para la mejora del diagnóstico, el tratamiento, y la prevención de la EPI (Tabla 3). Una de las necesidades más importantes de investigación con respecto a la EPI y a la atención clínica de las mujeres con la enfermedad es el desarrollo de una prueba exacta no invasiva o mínimamente invasiva para confirmar la infección de las trompas de Falopio o los cambios inflamatorios que predicen la enfermedad del tracto reproductivo a largo plazo.
Los biomarcadores de la respuesta inmune a C. trachomatis pueden predecir la infertilidad por factor tubario debido a enfermedad subclínica. Sin embargo, se necesitan biomarcadores adicionales. Los niveles de CA-125 y E-cadherina en suero se correlacionan con el diagnóstico de EPI aguda y se pueden utilizar para realizar un seguimiento de la respuesta al tratamiento.
Se necesitan más estudios antes de que estos ensayos se adopten en la práctica clínica. El análisis inmunohistoquímico y la citometría de flujo están siendo utilizados para definir los patrones de infiltrado celular específicos a partir de muestras de biopsia de endometrio que se correlacionan con la infección. Varios estudios que han evaluado el diagnóstico por imágenes han demostrado el potencial de la resonancia magnética, la ecografía transvaginal, y el Doppler de potencia para mejorar el diagnóstico de la EPI, pero se necesitan estudios de seguimiento más grandes para definir mejor el papel de estas técnicas en el tratamiento de las mujeres sintomáticas y asintomáticas con infección del tracto genital inferior.
En estudios recientes en poblaciones de altos ingresos, menos de la mitad de las mujeres con EPI han tenido evidencia de infección por C. trachomatis o N. gonorrhoeae, y la causa microbiológica exacta de la inflamación sigue siendo poco clara. M. genitalium y microbios asociados con vaginosis bacteriana han sido implicados como causas potenciales. Son necesarios estudios confirmatorios para definir el rol independiente de M. genitalium como causante de la EPI y de secuelas a largo plazo.
Los resultados de un ensayo clínico en curso (ClinicalTrials.gov, número NCT01160640) para evaluar la adición de metronidazol a los regímenes de tratamiento de la EPI se esperan para este año y deberían ayudar a aclarar el papel que juegan los organismos que causan vaginosis bacteriana en la patogénesis de la EPI. Los cultivos anaeróbicos y los métodos de secuenciación profunda están siendo utilizados para identificar los organismos específicos asociados con vaginosis bacteriana más tendientes a causar EPI.
Por razones financieras y logísticas, los programas de prevención de la EPI que se basan en la detección simplemente no están disponibles en países de ingresos medios o bajos, donde la carga de EPI puede ser mayor. El perfil epidemiológico mundial de la EPI no ha sido bien definido. Sin embargo, debido a que se producen estimativamente 95,5 millones de infecciones por C. trachomatis y N. gonorrhoeae a nivel mundial entre las mujeres cada año, y que aproximadamente el 15% de las infecciones no tratadas conducen a EPI, la carga mundial de esta enfermedad es probablemente sustancial.
La proporción de infertilidad que se debe a factor tubario – y por lo tanto causada principalmente por la cicatrización secundaria a la infección genital – varía ampliamente según el entorno. En los Estados Unidos, la infertilidad por factor tubario afecta al 14% de las parejas que buscan tecnología de reproducción asistida por infertilidad; en el África subsahariana, la infertilidad por esta causa puede estar presente en el 65 al 85% de las mujeres que buscan atención médica por infertilidad.
Tabla 3. Necesidades de investigación identificadas por médicos, profesionales de la salud pública, e investigadores en el Taller de los Institutos Nacionales de Salud del 2011*
• Caracterizar los aspectos fisiopatológicos de la enfermedad
Determinar si M. genitalium y organismos asociados a vaginosis bacteriana desempeñan un papel causal en la enfermedad pélvica inflamatoria y sus secuelas
Determinar si la endometritis histopatológica se correlaciona con la enfermedad pélvica inflamatoria subclínica y sus secuelas
• Identificar biomarcadores
Identificar biomarcadores inmunológicos y otros biomarcadores que se correlacionan con la enfermedad pélvica inflamatoria y sus secuelas, así como pruebas no invasivas para detectarlos y medirlos
• Mejorar la detección de la enfermedad
Desarrollar pruebas polimicrobianas para la infección del tracto genital inferior
Evaluar las pruebas diagnósticas que se administran al paciente para mejorar la detección de casos
Determinar los valores predictivos individuales y combinados de la detección de C. trachomatis y N. gonorrhoeae, de la biopsia endometrial, y de las imágenes (RMN y ecografía) para la detección de la enfermedad pélvica inflamatoria
• Determinar el tratamiento más eficaz
Determinar los beneficios de la cobertura antimicrobiana para anaerobios y especies de micoplasmas
Mejorar los regímenes orales ambulatorios
Determinar los beneficios de los agentes de modulación inmune
• Prevenir la reinfección
Mejorar los mecanismos de tratamiento de la pareja
La mayoría de los médicos en países de bajos y medianos ingresos confían en el manejo sindrómico (por ejemplo, utilizando algoritmos de síntomas genitales para guiar el tratamiento) sin pruebas de diagnóstico. Dado que la mayoría de las infecciones por C. trachomatis y  N. gonorrhoeae en las mujeres son asintomáticas, gran parte se pierde en el diagnóstico. Además, el diagnóstico sindrómico de flujo vaginal es un pobre predictor de infección cervical por N. gonorrhoeae y C. trachomatis.
Se requieren urgentemente pruebas diagnósticas para C. trachomatis y N. gonorrhoeae que sean fáciles de usar en ambientes de bajos recursos. Sin embargo, los costos y la complejidad de los programas de detección aún pueden ser prohibitivos. Además, el espectro de N. gonorrhoeae resistente a las cefalosporinas se cierne en el horizonte. Por lo tanto, la Organización Mundial de la Salud ha concluido que el desarrollo de vacunas contra C. trachomatis y N. gonorrhoeae es una prioridad crítica para la prevención de la EPI y sus secuelas a largo plazo a nivel mundial.
El proceso está más avanzado para C. trachomatis, para el que han emergido vacunas inactivadas o vivas de la investigación básica que requieren un mayor desarrollo clínico. Las vacunas y otras estrategias de prevención de la EPI están en el centro de los esfuerzos para mejorar la salud reproductiva de las mujeres a nivel mundial
Resumen y comentario objetivo: Dra. María Eugenia Noguerol